Voces

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¿Recuerdas a mis hermanos? ¿Recuerdas cómo eran? Si ya lo olvidaste, eran aquellos que me atormentan en mi mente. Tú sabes que nadie es el original en este cuerpo, ¿verdad? Tú sabes cómo nosotros lo destruimos y acabamos. Todo lo hicimos por el control, ¿no crees irónico eso?

Creo que tú lo conociste a él antes que a nosotros, ¿verdad? Por eso es que luego confiabas en mí, ¿verdad? Fue así como logré utilizarte sin ningún reproche. ¿Cómo fue que te diste cuenta? Aún no comprendo tus pensamientos, aún sigo estudiando tus palabras, aún sigo pensando en cómo lo descubriste.

Aun así, pienso que tú también escuchaste estas voces. Creo que siempre las oíste, pero nunca pensaste, nunca negaste. ¿Por qué?

Creo que la sombra de tu amigo te hacía sentir que todo estaba bien, pero creo que todo tiene un límite. Ese límite fue aquel día. ¿Aún lo recuerdas? Aquel día en que las voces tomaron el cuerpo de tu amigo, ya difunto, en su propio cerebro. Curioso porque tú nunca fuiste. Seguías apoyando a esas voces desconocidas.

Aún recuerdo cómo calmabas a Leónidas, o cómo conversabas con Martín sobre filosofía, también cómo comprendías las ideas de Emiliano. Creo que lo vi todo. Yo tenía todo el control, aun así, tú nunca te retiraste ni siquiera huiste de esa locura. Solo estabas ahí.

Creo que contigo logré controlar a esas voces que me cegaban. Hasta ahora logré mantenerlos, pero sin ti, cada vez pierdo mi propio ser. Al final, terminaré siendo una marioneta de mi propio acto. Desearía que volvieras.

Poco a poco las voces aumentan, cada vez son más. Por eso te escribo, para que te levantes y me ayudes.

Deseo que vuelvas, pero nunca confío en mis deseos. Aun así, sigo esperando tu calor y tu sonrisa.

Por favor, vuelve.

Con cariño, Andrómeda.

Cartas de AndrómedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora