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"Tus ojos me gustaron desde el día en que te vi", Jóvenes Pordioseros

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"Tus ojos me gustaron desde el día en que te vi", Jóvenes Pordioseros.

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Llegó el tan ansiado primer día de clases. Empezaba el ante último año y como siempre apenas entraron al aula Candela, Joaquín y Lara se sentaron en la última fila al fondo del aula. Desde allí tenían una vista perfecta de toda el aula y además era el lugar ideal para machetearse de ser necesario. No es que alguno lo necesitara pero nunca estaba de más considerarlo si alguna materia se ponía difícil. Empezaron a entrar los chicos nuevos y los que habían repetido de año. Era normal que el primer día primero ingresen al aula los que ya venían de años anteriores y luego fueran entrando los que iban acomodando. De todas las escenas posibles, jamás se le hubiera ocurrido a Candela que iba a tener dos compañeros nuevos, ni tampoco quienes iban a serlo. La puerta se abrió y Candela sintió que esta lo hacía en cámara lenta y así entró Nicolás con su mochila de Callejeros y su campera de Jean gastada, dio un saludo general, pero fijó su mirada en Candela, la saludó con su mano y se sentó en otra fila.

—Que me trague la tierra— le dijo Candela a Lara, quién apenas lo vio ingresar le apretó el brazo con una fuerza que seguro dejaría marcas.

Segundos más tarde se volvió a escuchar el crujido de la puerta, esta vez el que ingresó al aula fue Julián, el hermano de Nicolás. Los ojos de Candela casi se le salen de su órbita. Le zumbaban los oídos y el corazón le latía a mil. Candela no entendía nada. Inconscientemente lo miró a Nicolás quién no tenía una cara muy feliz de ver a su hermano y que enseguida la buscó con la mirada. Ella bajó la vista y empezó a sacudir su pierna derecha con desesperación y a dibujar pequeños corazones en el borde de su hoja. Julián seguía parado delante del pizarrón cuando Joaquín le gritó:

— ¡eh Julián! acá hay un lugar, vení, sentate conmigo— "Quién me manda a tener amigos tan buenos", pensó Candela mientras veía como Julián se acercaba y sentaba en el asiento de adelante de ella.

— ¿Qué haces acá, Chabón?— le preguntó Joaquín.

— ¡Repetí! un garrón...ahora me toca ser compañero del pesado de mi hermano menor— le contestó y se dio vuelta— ¡Hola! Soy Joaquín— le dijo mirándolas a ella y a Lara.

— ¡Sí! El hermano de Nicolás ¿no?— respondió Lara.

— Desafortunadamente sí— bromeó, — ¿ustedes son?

— ¡Ella es Lara! Y la otra es mi amiga, la que nunca se calla pero hoy está muda, Candela. Ellas son mis mejores amigas y las más hermosas de la escuela— afirmó Joaquín todo orgulloso.

— ¡Eso no te lo cuestiono! Es un gusto chicas parece que nos vamos a ver seguido— respondió Julián. Candela no tenía un espejo pero por el calor que estaba sintiendo podía apostar que estaba roja como un tomate.

— Bienvenido entonces— Candela solo pudo decir eso porque enseguida fue interrumpida por el profesor de matemáticas que empezó a explicar la clase.

— Pellizcame y decime que no estoy soñando — escribió Candela en un papelito y se lo pasó a Lara.

— No, ¡estás despierta amiguita! No te me desmayes— le susurró. Ganas de desmayarse no le faltaban.

Corazones sin destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora