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"Y no sé cómo explicarte porque sentirlo es mejor", Viejas Locas

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"Y no sé cómo explicarte porque sentirlo es mejor", Viejas Locas.

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El cumpleaños de Joaquín siempre había sido el evento del año para el curso de Candela. Él tenía una casa enorme y siempre organizaba fiestas donde iba casi toda la escuela. Era fines de Abril pero todavía hacía calor así que Candela se puso un jumper corto de jean, su top favorito debajo y sus zapatillas de lona violetas. Se armó un bolso con cosas para quedarse a dormir en la casa de Joaquín, tradición que mantenían desde pequeños y por suerte sus padres aún aprobaban. Suponía que preferían eso antes que tener que buscarla de madrugada. Se perfumó, tomó su campera de jean gastada y se fue caminando emocionada las 4 cuadras que la separaban de su destino.

La fiesta fue un éxito total, había chicos de la escuela de otras divisiones y de todos los años. Además había buena música y algunas cervezas. Aquellas eran sus primeras fiestas hasta la madrugada y tenía mucha emoción por vivirlas. Ya en la fiesta, ella estaba tranquila bailando con Lara y otras chicas de otros cursos, cuando vio a Julián charlando muy amistosamente con una chica que conocía de la escuela. Los celos empezaron a brotar de ella. Era evidentemente que nunca iba a pasar nada con él. Respiró profundo y se dirigió al baño del primer piso donde sabía que iba a estar tranquila. Pero cuando subió se encontró con una escena que no esperaba, su mejor amigo Joaquín estaba abrazando muy cariñosamente con Priscila, una chica de la otra división. No entendía muy bien por qué, pero ver eso le incómodo y molestó. Así que se arrepintió y bajó rápidamente las escaleras para que no la vean. Decidió salir al patio a tomar aire y ver si así se le aclaraban las ideas. Rápidamente comprendió que era una mala decisión porque había empezado a refrescar y le castañeaban los dientes del frío que tenía. Estaba a punto de reingresar a la fiesta cuando Nicolás apareció y se acercó a saludarla:

— ¡Hola, Candela! ¿Cómo estás?—dijo como si nada hubiera pasado entre ellos.

— Ah te acordás de mí— le contestó Candela de manera irónica, mientras se mordía el labio de la bronca.

— No te enojes Cande, estuve mal lo sé, pero tuve unas semanas difíciles en casa, mi hermano repitió, nos cambiaron de escuela de nuevo, la cosa con mis viejos está cada día peor— empezó a justificarse.

— Está todo bien Nico, no hace falta que me expliques nada. Che ¿no vino tu noviecita?— no sabía si era el vaso de cerveza que se había tomado hacía un rato o qué pero estaba muy contenta con esta nueva confianza que de repente parecía haber adquirido.

—Yo no tengo novia, esa chica con la que me viste no es nada— le dijo mientras se acercaba y apoyaba su brazo contra la pared por encima de la cabeza de Candela. Ella podía sentir su perfume, fuerte y embriagador. Estaban a escasos centímetros y el corazón de Candela empezó a latir incontrolablemente.

—Si tuviera novia no podría hacer esto— dijo Nicolás. Ella no pudo hacer mucho, porque sin pensarlo sus labios y los de Nicolás se re encontraron en un beso ya no tan inocente como los que se habían dado en la plaza. Un beso que sabía un poco a bronca mezclada con alcohol. Cuando ya se le hizo casi imposible seguir respirando, lo apartó de un empujón.

— ¡Estas borracho y te vas a arrepentir mañana!— le dijo— Mejor buscate otra para besar querés— y se metió a la casa lo más rápido que pudo. Nicolás no la siguió o eso percibió ella, porque enseguida fue interceptada por Joaquín.

— ¿Dónde estabas, Petisa?— le recriminó Joaquín apenas la vio entrar. Ella tenía más ganas de preguntarle qué hacía con Priscila arriba, que de contestarle donde había estado, pero Joaquín enseguida la interrumpió:

—Te estaba buscando porque vamos a cortar la torta y no puedo hacerlo sin vos— y el enojo que Candela estaba sintiendo se desvaneció como por arte de magia, al ver su sonrisa compradora.

Se ubicaron como siempre Candela y Lara a los costados de Joaquín mientras todos se preparaban para cantarle el feliz cumpleaños. No sabía muy bien por qué, pero sintió la necesidad de pasar su brazo por la cintura de su amigo y quedarse ahí todo el tiempo muy cerca. Cuando terminaron lo abrazó.

–Feliz cumple Joaquito, te adoro— le dijo al oído como siempre le decía desde pequeña.

—Gracias Petisa, yo también— le contestó y continuó con los saludos a los demás invitados.

La fiesta siguió un poco más y cuando ya quedaba poca gente, los que aún estaban empezaron a acomodar las cosas. Julián se ofreció a ayudar y mientras entraban unas cosas del patio le dijo a Candela:

— ¡Cómo marcaste el territorio cuando estaban cantándole el feliz cumpleaños a Joaquín, eh!— bromeó.

— ¿Yo? Nada que ver, Joaco es mi mejor amigo, no pasa nada con él—Le contestó algo sorprendida.

— Si vos lo decís... no parecía eso hace un rato— respondió.

— Te habrá parecido mal. Además Joaquín no es el que me gusta—contestó confiada y lo miró a los ojos. Pero sin decir más Julián soltó una risa y entró a la casa. La frustración que sentía Candela era insostenible, no entendía por qué él le decía esas cosas si no iba a intentar nada con ella.

Finalmente todos se fueron y los tres amigos tiraron unos colchones en el piso para dormir juntos como siempre hacían. Se sentía bien no perder las tradiciones que mantenían desde pequeños aunque ellos estuvieran creciendo y ya nada fuera tan sencillo como antes.

— Así que estuviste a los besos con Priscila y no pensabas decirnos nada, eso no se hace amigo eh— le recriminó Lara a Joaquín lanzándole un almohadón a la cara. La expresión de Candela se transformó en ese mismo instante, le costaba disimular lo mucho que esta situación le incomodaba.

— ¡Ah bueno! y la que elige chicos que no la merecen después soy yo— Candela estaba indignada y ya no podía disimularlo.

— Estuvimos hablando, nos dimos un beso, sí, pero quédense tranquilas que no pienso enamorarme de ella, solo tengo ojos para ustedes— burlándose de ellas y luego les lanzó más almohadones. El aire estaba tenso y se cortaba con tijeras.

—¿Jugamos al uno? — sugirió Joaquín.

—Vamos a dormir mejor, estoy muy cansada— dijo Candela y se acostó mirando la pared. Enseguida su amigo se recostó a su lado y le dijo:

—No te enojes, Cande— y se acomodó para abrazarla. Siempre había sido un amigo muy cariñoso y a ella nunca le había molestado el contacto físico entre ellos, pero sus cuerpos ya no eran los de unos simples niños y ya no se sentía tan natural. Mucho menos después del comentario de Julián. Pero no dijo nada, se sentía bien aquel abrazo en ese momento.

Corazones sin destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora