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"Quisiera que esto dure para siempre, casi tanto como una eternidad", Los Ratones

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"Quisiera que esto dure para siempre, casi tanto como una eternidad", Los Ratones

VARIOS MESES DESPUÉS...

Bariloche 2006

Como casi en un abrir y cerrar de ojos pasó el último año de secundaria de Candela. El 22 de septiembre de 2006 emprendió junto a sus compañeros su tan añorado viaje de fin de curso con destino a la mítica ciudad de San Carlos de Bariloche. Allí se hospedarían en un hotel céntrico, harían excursiones y saldrían a bailar por las noches.

Todo era alegría y felicidad en el viaje de ida. Candela trataba de equilibrar el compartir tiempo con sus compañeros con pasar también algo de tiempo con Joaquín. Sabían que eran muy afortunados de poder vivir esta experiencia los dos juntos. Martina también los acompañaba  porque algunas chicas de su curso y ella se habían sumado al viaje del curso con ellos. Se pasaron la mayoría del trayecto entre risas, mates, juegos, canciones y por la noche besos y arrumacos en la oscuridad con Joaquín. Al llegar al hotel se organizaron para ver como dormían en las habitaciones. A Candela le tocó, para su suerte, una habitación pequeña de tres personas, que compartió con Lara y Martina. Joaquín en cambio terminó alojándose en una habitación con otros 5 chicos del curso. Julián no había podido acompañarlos, aunque se moría de ganas de hacerlo porque estaba entrenando muchísimo y si todo salía acorde a lo esperado estaba pronto a debutar en primera división.

La primera noche fueron a Puerto Rock donde se hacía la fiesta de bienvenida. Allí escucharon a la banda "Los Calzones Rotos" y gritaron y saltaron al ritmo de la canción "Yo te sigo". Luego de allí fueron a cenar al hotel y a dormir a sus habitaciones. Candela prácticamente tuvo que echar a Joaquín de la suya.

El segundo día fueron al Cerro Catedral a conocer la nieve por primera vez para muchos de ellos y a sacarse la foto grupal. Allí aprovecharon para tomarse muchas fotos, hacer juegos, muñecos de nieve y lanzarse bolas de nieve por la cara. A la noche fueron a la primera discoteca de las tantas que tenían por visitar. Como estaban bastante agotados de todo lo que habían hecho ese día Candela, Lara, Martina y Joaquín decidieron volverse temprano de la discoteca. Joaquín les rogó tanto que las chicas lo dejaron quedarse en la habitación con ella por esa noche:

—Te podes quedar pero ojo con lo que haces—lo amenazó Lara.

—Solo voy a dormir, a la que tenés que decirle que se controle es a Candela—dijo el bromeando. Candela le lanzó una remera por la cabeza.

Al día siguiente les tocaba ir a esquiar desde muy temprano. Al llegar a la base del cerro, tomaron la aerosilla que los llevaría hasta la parte superior donde estaban las pistas. Cuando llegaron eligieron los esquíes y tuvieron una pequeña clase. Ni bien Candela puso un esquí en la nieve, descubrió que los deportes de nieve tampoco eran lo suyo. Se la pasó cayéndose al piso cada vez que intentaba siquiera moverse, hasta que en una de sus caídas se torció el tobillo muy feo. Como se asustó del ruido que hizo su tobillo cuando cayó, se puso pálida, casi tan blanca como la nieve. Joaquín creyó que se estaba por desmayar así que la tomo en brazos y la llevo a upa hasta el interior del salón. Allí la revisaron y le dijeron que se quede allí sentada por el resto de la actividad. A medida que su pié se fue enfriando empezó a sentir dolor. Joaquín siguió esquiando un poco más, a pedido de Candela. A él si se le daba bien lo de esquiar.

Al regresar al hotel un doctor revisó a Candela y le indicó reposo para su esguince. Candela decidió quedarse esa noche en el hotel y no salir. Intentó convencer a Joaquín de que no se quede con ella pero fue en vano. Luego de que todos se fueran a la discoteca, se pusieron a ver una película.

—¿Te imaginaste alguna vez que íbamos a estar mirando una película en Bariloche?—preguntó Candela algo bajón.

—No, pero conociendo tus habilidades deportivas tendría que habérmelo imaginado, Petisa— Candela le dio un coscorrón en la cabeza, para luego darle un beso en la mejilla. A veces era un idiota, pero un idiota que la volvía loca. Comenzaron a besarse aprovechando que estaban solos y que nadie iba a molestarlos por un rato. Siguieron hasta que hicieron mucho más que comerse a besos.

—Lo que sí no me imaginaba es que iba a hacerlo en Bariloche y menos que menos con vos—dijo Joaquín minutos más tarde.

—Es re loco, pero acá estamos.

—Te amo, petisa—le susurró al oído. 

—Yo más.

Al día siguiente Candela ya estaba mejor y si bien trataba de no mover demasiado el tobillo, no se perdió ninguna excursión. Los paisajes de Bariloche eran extraordinarios, jamás en la vida habían visto lugares semejantes. Los lagos espejados, las montañas nevadas, el contraste entre la naturaleza y la cuidad.

A la noche Candela juntó valor y decidió ir a bailar aunque aún le doliera el tobillo. Aquella noche tenían fiesta de disfraces en el boliche "GRISÚ".  Las chicas fueron disfrazadas de policías, y los varones de ladrones. La discoteca era fascinante, una edificación de muchos pisos con distintas pistas temáticas y mucha música. Disfrutaron y bailaron toda la noche. Joaquín bebió un poco de más así que Candela se lo llevó caminando al hotel así se despejaba un poco. Cuando llegaron cerca del lago el la tomó de las manos y la obligó a bajar a la playita de piedras a mirar el río.

—Joaquín nos vamos a congelar. Te prometo que mañana nos escapamos un rato y venimos pero de día.

—¿Me lo prometes?—balbuceó, mientras ella lo dirigía hasta el hotel. Como no podía llevarlo a la habitación de los varones, otra vez se tuvo que quedar a dormir en la de ella y las chicas. De igual manera Lara y Martina ya se habían acostumbrado a tenerlo siempre allí.

Al día siguiente como Candela le había prometido fueron a mirar el atardecer a la orilla del rio.

—Viste que vinimos, además ahora no hace tanto frio y se puede apreciar mejor la vista.

—La mejor vista del mundo la tengo acá al lado mío— le dijo mirándola a los ojos.

—Sos tan cursi a veces—bromeó ella, en el fondo se estaba derritiendo de amor.

—Sí, pero bueno ¿querés un chocolate?—sacó una cajita de chocolates que habían comprado anteriormente.

—Son para tu casa Jaoaco, no va a quedar nada si seguís así.

—Shh después compro otra caja aguafiestas—le contestó—sentaté acá al lado mío y disfrutá. Finalmente Candela se sentó junto a él y se relajó. La vista era increíble. Todo estaba en silencio y solo se escuchaban los ruidos propios de la naturaleza como el ruido del agua, el canto de los pájaros. Empezó a caer el sol en el horizonte y en ese instante pequeños copos de nieve empezaron a caer del cielo.

—Cuando cumplimos un mes te dije que me gustaría ver muchos atardeceres juntos, hoy vemos otro más—Le dijo y la tomó de las manos con lágrimas asomando en sus ojos. 

—No me voy a olvidar de este atardecer nunca. Pase lo que pase— Candela besó a Joaquín con intensidad y así se le desvanecieron todas sus preocupaciones y miedos sobre lo que les depararía el futuro.

Corazones sin destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora