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"Son muchos sueños que perdí y algunos que siguen aquí, pero no hay nada que soñar me impida", La Beriso

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"Son muchos sueños que perdí y algunos que siguen aquí, pero no hay nada que soñar me impida", La Beriso.

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Aquella mañana Candela se despertó distinta, si bien las cosas no habían salido como ella esperaba, se sentía mejor, mucho menos pesada luego de haberle dicho un par de cosas a Nicolás en la cara, pero aún necesitaba hablar con Joaquín y sincerarse. Miro su celular y tenía 2 mensajes de texto nuevos, el primero era de Julián:

 Miro su celular y tenía 2 mensajes de texto nuevos, el primero era de Julián:

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Sonrió al leerlo, al menos alguien lo había pasado bien la noche anterior. Quería contestarle enseguida pero tenía que leer el otro mensaje, el que ella estaba más ansiosa por descubrir, el de Joaquín:


 Quería contestarle enseguida pero tenía que leer el otro mensaje, el que ella estaba más ansiosa por descubrir, el de Joaquín:

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Por motivos que  Candela aún no terminaba de entender del todo, leer eso la hizo feliz. Le respondió que iba a ir y procedió a empezar a vestirse. "¿Qué se pone uno para ir hablar con de sus sentimientos con alguien que quiere?", pensó y decidió que lo mejor era ir cómoda e informal como siempre.

Le temblaba la mano cuando tocó el timbre de Joaquín, cosa que le parecía increíble porque la casa de Joaquín era como su propia casa. Pero sabía que sus nervios eran miedo a que él, por algún motivo ilógico, la rechace. Respiró profundo. Sus nervios se desvanecieron cuando él, sonriente como hacía mucho no lo veía, abrió la puerta.

Dieron un par de vueltas en la cocina, mientras él le preparaba unas hamburguesas para almorzar. Comieron tranquilos hablando de cosas sin importancia. Cuando terminaron se dirigieron a la habitación de Joaquín para hablar en privado.

Una vez allí, Joaquín se sentó en su cama y se sacó las pantuflas. Candela se acomodó a su lado dejando algo de distancia.

—Bueno es hora de que hablemos, ¿No?

—Sí—dijo ella mientras jugaba a enrular un mechón de su pelo— te quería pedir perdón si alguna vez te hice sentir mal o incómodo hablando de algún chico con vos, no lo hice con mala intención.

—Te entiendo vos no sabías lo que a mí me pasaba, ni yo lo sabía.

—No te voy a mentir, me empecé a dar cuenta de que algo estaba cambiando, pero me negaba a verlo, incluso me negaba a aceptar lo que a mí me estaba pasando— dijo Candela abriendo un poco su corazón.

—¿Qué me querés decir?— dijo Joaquín con la voz entrecortada. Candela pudo ver como un dejo de esperanza empezaba a brotar en sus ojos marrones.

—Hace un tiempo que a mí también me empezaron a pasar cosas con vos, siento celos y otras cosas más...pero como no soy muy inteligente... no sé qué pensaba que me pasaba la verdad.

—Hey! No te castigues tampoco— Tomó sus manos en las suyas—pase lo que pase, yo siempre te voy a querer— le juró.

—Me da miedo que nos lastimemos, pero un amigo me dijo que si no me arriesgo me pierdo vivir, así que acá me tenés— le dijo con total sinceridad.

—No voy a volver a besarte a menos que vos seas quien me lo pida. Pero me muero por hacerlo, Petisa.

Candela acortó el espacio que los separaba y lentamente se fue acercando cada vez más a él. Podía sentir como el latido de su corazón la ensordecía.

—Besame, por favor— le dijo mirándolo a los ojos.

Joaquín la llevo con el peso de su propio cuerpo a recostarse y le dio un beso de película. Candela no sentía solamente pasión y calor como cuando se besaba con Nicolás, en aquel beso podía sentir mil y un cosas más, era distinto y le parecía fácil como respirar. Siguieron así en silencio compartiendo el mismo aire por unos minutos hasta que Candela dijo:

—Sabés que podés dejar de besarme como si me fuera a romper ¿No?—Joaquín la miró confundido y lanzó una risita.

—Bueno perdón no quería que pienses cualquier cosa de mí, estoy un poco nervioso también. ¿A ver cómo querés que te bese?—le dijo en un tono provocativo. Ella sonrió con malicia y lo empezó a besar de forma algo más apasionada, bajó sus manos por su espalda y las colocó por debajo de su remera, acariciándolo lentamente. Cada beso era embriagador e intenso, sentía que su corazón se podía prender fuego en cualquier instante.

—Sí seguimos así me voy a morir, Petisa.

—Nadie se muere de amor, Joaco—Candela rió mientras se acurrucaba junto a él a respirar un poco. — Me queda una duda, ahora nosotros dos...¿Qué seríamos?

—Amigos ya no, no quiero volver a escucharte decirme amigo nunca más en la vida. ¿Novios, quizás? Si vos queres.

—Creo que me encantaría ser su novia, señor, pero vayamos despacio mejor. Ni una cita tuvimos —bromeó porque en realidad le encantaba la idea de ser su novia.

—Es verdad, hay que remediarlo, ¿Qué propones? —Preguntó mientras deslizaba sus dedos por su cuello bajándolos lenta y delicadamente hasta su abdomen. Las ideas de candela se dispararon en muchos pensamientos que definitivamente no eran de amistad.

—Por hoy seguir un poco más así—respondió Candela tratando de juntar dos ideas— más adelante vemos.

–Me parece un plan aceptable— volvió a besarla con furia. Siguieron así un tiempo hasta que sintieron la manija de la puerta girarse y abrirse abruptamente. Se separaron tan rápido como pudieron pero no lo suficiente como para que la madre de Joaquín no se diera cuenta de lo que estaba sucediendo. Estaban sudorosos, sonrojados y despeinados, todas las evidencias apuntaban a lo que habían estado haciendo. La mamá de Joaquín se disculpó y salió rápidamente de la habitación. Joaquín salió disparado tras ella para explicarle y cuando regresó, dejó entreabierta la puerta. Traía consigo unas facturas que sus padres habían comprado de regreso a casa.

—Creo que tu mamá no va a dejar que me quede a dormir a partir de ahora—dijo burlonamente Candela.

—No, tranquila...pero si bien se alegró mucho por nosotros me pidió que deje la puerta abierta—refunfuño. Candela lanzó una risita incomoda y lo abrazó.

Más tarde, decidió que ya era momento de regresar a su casa, pero no se fue sin antes despedirse de la mamá de Joaquín quien le dio un abrazo efusivo y le dijo al oído: —Me alegra mucho que estén juntos, quiero que sean muy felices— Candela sonrió y acepto ese abrazo maternal que tanto necesitaba.

Corazones sin destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora