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"Será tu cuerpo que me hace perder la calma y no puedo abrazar

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"Será tu cuerpo que me hace perder la calma y no puedo abrazar." Las Pastillas del Abuelo.

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Llegó el mes de mayo y con él la reapertura de la discoteca a la que siempre iban. Candela y sus amigos se organizaron pero como la mayoría ya tenían 16 años decidieron que era momento de ir a bailar de madrugada, aunque aún la mayoría fueran menores de edad. Candela sentía que esa iba a ser la noche en que finalmente Julián se fijaría en ella, ya no aguantaba hacerse la amiga en la escuela como si nada le pasara. Se vistió lo más sexy que pudo: minifalda de jean, remera escotada color rosa, un chocker negro que la hacía sentir súper femenina. Se puso unas botas de su mamá, se planchó el pelo y se maquilló. Estaba por agarrar su campera de abrigo cuando sonó la bocina del auto que manejaba Joaquín, quien luego de cumplir los 16 había sacado el registro y no paraba de usar el auto de su papá.

—Disculpe señorita, yo vine a buscar a mi amiga Candela una petisita, usted se equivocó de auto— dijo en broma pero mirándola de arriba a abajo.

—JA JA JA— contestó Candela en tono irónico— ¡No pará, enserio! ¿Estoy muy mal?— le preguntó a su amigo preocupada.

— Te estoy cargando Candela, estás demasiado sexy para mi gusto—. Arrancó el auto y lanzó una risita por lo bajo.

— ¿De qué te reís?— preguntó Candela aún más preocupada.

— De nada, a veces me da un toque de bronca que no puedas ver lo hermosa que sos nada más— dijo. Y el silencio invadió el auto. Candela encendió la radio. Aún faltaban unas cuadras hasta la casa de Lara y quería evitar que la situación se volviera más incómoda con Joaquín. "Debo estar imaginando cosas", pensó.

Lara se subió también toda emocionada y producida, llevaba una remera corta y unos jeans cargo debajo de un camperón. Llegaron al boliche y entraron para luego juntarse con sus compañeros de escuela. Joaquín se puso a charlar de nuevo con Priscila, parecía que lo hacía apropósito. Lo que sorprendió aún más a Candela, fue que su amiga Lara también se puso a bailar con un grupo de chicas que conocía de la escuela pero con las que ella no sabía que se llevaba bien. Se sintió un poco fuera de lugar, como si sobrara. Así que miró a sus costados y lo vio a Julián. El enseguida la saludo y le invitó de su cerveza, ella la agarró y se tomó lo que le quedaba de un solo trago.

— ¡Epa! ¡Pero qué bomba estamos hoy!— dijo con una mirada algo depredadora.

— Ah te diste cuenta, pensé que vos no me prestabas atención— le coqueteó mientras apoyaba la lata vacía en la barra.

— Yo siempre te presto atención no seas así.

— ¿Así cómo, Julián? Me cansaste ya con este jueguito de histeria, me tirás comentarios, está todo bien pero... ¡nada!— el poco alcohol que había consumido ya se le había empezado a subir a la cabeza.

— Te juro que si fuera mi decisión, hace rato que te hubiera demostrado lo contrario— le dijo acercándose cada vez más a su oído. —Pero no puedo, hice una promesa y la voy a cumplir— le explicó. Candela sentía que iba a explotar.

— ¿Quién te pidió que no te acerques a mí? ¿Tu hermano? Si se llevan pésimo, que te importa lo que piense él— le recriminó.

— Mi hermano es un idiota, pero es mi hermano y no es solo por el que prefiero mantener distancia— le dijo.

— No te entiendo vos te lo perdés— le contestó y se dirigió al piso de arriba donde estaban los baños.

Candela Necesitaba procesar lo que acababa de pasar y no quedar como una idiota adelante de todos sus amigos. Pero no llegó a terminar de subir cuando sus ojos se clavaron en algo que la dejó perpleja. Su amiga Lara se estaba besando con una chica del grupo con el que antes había estado bailando. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Se dio media vuelta y empezó a caminar hacia el otro lado. No le molestaba ver a su amiga besando a una chica, aunque nunca se le hubiera pasado por la cabeza hasta ese momento, lo que le molestaba que nunca le hubiera dicho nada al respecto. Se sentía un poco traicionada ya que ella siempre le contaba todo. Siguió como perdida caminando hasta que se chocó con Nicolás.

— A vos te estaba buscando— le susurró al oído.

— ¿Para qué?— le contestó.

— Para esto—le dijo y le estampó un beso furioso en la boca, apretándola contra una pared. Candela se rindió ante ese beso, no quería pensar más en nada y parecía que ese beso era la excusa perfecta. Estuvieron así un rato, dándose besos hambrientos, hasta que Candela se escapó para ir al baño. En realidad no quería ir pero tampoco quería seguir besándose por despecho con él, así que bajo donde estaban sus amigos. Enseguida se le acercó Joaquín enfurecido y la tomó del brazo.

— ¿Me explicas a qué estás jugando? ¿Otra vez con ese estúpido que lo único que hace es hacerte sufrir?—le levantó el tono delante de todos sus amigos. Muchos se quedaron mirando la situación sin entender bien que estaba pasando. En todos los años que se conocían su amigo él jamás le había levantado la voz.

—¡No sé qué te pasa a vos!— gritó ella también— No sos mi papá, ni mi novio, te lo recuerdo, es mi vida y hago lo que quiera—dijo con un tono caprichoso y la voz entrecortada. Aquella situación era la gota que rebalsaba el vaso y completaba lo que era para ella una noche terrible.

— Sabes que... hace lo que quieras pero no vengas llorando a buscar que te consuele cuando te use como un trapo— contestó hiriéndola.

Candela salió corriendo, no encontraba a Lara por ningún lugar. Volvió con Nicolás y le rogó que la acompañe hasta su casa. Ella estaba llorando de bronca e impotencia, en el fondo sabía que su amigo tenía razón, pero no quería aceptarlo. Nicolás no le hizo muchas preguntas y la acompañó hasta su casa.

Corazones sin destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora