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"Que este bien o mal, vivirlo con vos para mi es la gloria", Las Pastillas del Abuelo.

El sol de la mañana comenzó a filtrarse por la persiana a medio bajar de la habitación. Candela abrió sus ojos y pudo ver la cabeza despeinada de Joaquín que yacía a su lado durmiendo profundamente. Había dormido junto a él muchas otras veces pero nunca se había percatado de lo hermoso que se veía mientras lo hacía. Escuchó el ruido de la puerta de entrada de su casa y se sobresaltó. Miro el reloj, eran las siete y media de la mañana. Decidió bajar a ver a su madre, porque no le había avisado que Joaquín se quedaría a dormir. Se puso la remera de él que estaba en el piso, las pantuflas y bajó. Su madre parecía que venía algo alegre por cómo se movía pero a penas la vio intentó disimularlo.

—Lo pasaste lindo, ¿no Madre?, estas no son horas de llegar.

—Acá la adulta soy yo, vos que haces despierta a esta hora, ¿Y esa remera?

—Es de un chico– le contestó en tono provocativo, pero enseguida se arrepintió y agregó— de Joaquín que se quedó a dormir. 

—Ah hubieras empezado por ahí.

—Joaquín ahora es mi novio mamá.

Los ojos de su madre se abrieron como dos ventanas, ella algo desorientada le dijo:

—Ah no sabía nada, bueno mejor que estén acá y no en cualquier lado.

— Hace algunas semanas que salimos pero no te lo había contado, perdón, es que estabas con muchas cosas en la cabeza.

—Tu felicidad siempre es mi prioridad, Candela. Vamos a dormir mejor—dijo su madre algo resignada.

Candela regresó a la habitación y Joaquín estaba esperándola en la cama algo preocupado.

—¿Se enojó mucho?

—No creo que esté en posición de enojarse, mira la hora a la que vuelve.

—Candela, ella es adulta, vos sos su hija.

—Ok—refunfuñó— no se enojó mucho porque le dije que eras vos el que se quedó a dormir.

—Y es que soy tan encantador—bromeó mientras la abrazaba empujándola a su lado. Candela se mordió el labio inferior demostrando un poquito de bronca por el comentario, pero en el fondo sabía que era verdad, su mamá lo adoraba y hubiera puesto el grito en el cielo si el que se hubiera quedado a dormir hubiera sido otro.

—La verdad que sí sos un poco encantador y atractivo—empezó a jugar con su mano bajándola desde el pecho lentamente hacia su abdomen—sos simpático, buen chico, irresistiblemente sexy...—detuvo su mano encima del elástico de su bóxer— ¿Sigo enumerando tus cualidades?

—Creo que nada me gustaría más, pero solo traje un forro—contestó mientras hacía puchero con sus labios.

—Está bien era solo para molestarte un poco—le dijo y lo besó en los labios. Charlaron por algún tiempo más hasta que les volvió a ganar el sueño.

Era casi ya el mediodía cuando decidieron levantarse. Les costó despegarse el uno del otro, pero tampoco podían estar todo el tiempo pegoteados, sobre todo si Joaquín no quería que su madre lo matara. Tenían mucho tiempo aún por delante y muchas cosas más por vivir.
Ni bien se fue Joaquín Candela corrió a llamar por teléfono a Lara y le contó todo lo que había pasado. Ambas gritaron de emoción y alegría. Candela realmente se sentía feliz de haber escogido a Joaquín para tener su primera vez. Sentía que había sido perfecta, incluso ni en sus mejores sueños se hubiera imaginado vivir algo así. Recordaba con felicidad cada beso, cada caricia y lo mucho que disfrutó todo. Solo le quedaba una cosa para ser plenamente feliz de nuevo: le faltaba que Lara y Joaquín hablaran de una vez por todas.

Corazones sin destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora