Capítulo 4

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VALENTINA POV

Me tiré en una de las camas de la sala de descanso y pude escuchar un leve ronquido. Miré en dirección del sonido y me encontré con mi residente totalmente dormida y con su boca medianamente abierta. Sonreí divertida pues me recordó a mi primer año aquí.

Cerré mis ojos por unos minutos antes de que mi localizador sonara y me tuviese que levantar, al parecer un niño necesitaba puntos. Vi a Juliana dormida y preferí dejarlo así, de todas formas, no era nada importante. Cuando llegué a urgencias, vi como Mateo tenía la cara del niño entre sus manos observando la herida.

— Doctor Luna, ¿Necesita algo de mi paciente? — Alcé una ceja y él sonrió.

— La verdad me preguntaba si no le molestaba que yo cerrase la herida una vez que usted termine de limpiar la herida, doctora Carvajal. — Yo asentí sentándome frente al niño.

— ¿Qué te ha pasado, pequeño? — Le sonreí levemente.

— Se ha caído del columpio y se terminó golpeando con él. — Yo miré a su madre que parecía preocupada. — ¿Él está bien? — Miré su escáner y todo parecía en orden.

— Sí, lo está. Pero debe tener más cuidado para la otra, has tenido suerte. — Le guiñe un ojo al niño quien sonrió.

Luego de limpiar la herida del niño de 6 años, y que Mateo cerrara la herida le dimos de alta, mientras terminaba de llenar unos papeles su voz me desconcentro por un momento.

— Me sorprende cuan amable eres con los niños.

— Son niños, ellos no buscan hacerte mal. — Me encogí de hombros.

— No todos lo buscan, Valentina. — Yo le miré y él tenía una sonrisa. — ¿Vienes al bar hoy?

— Me lo pensaré, no sé a qué hora termine el trabajo y...

— Val, deberías descansar un poco. Ir a casa y dormir. — Yo suspiré. — Desde que Renata se fue con Luka estas así, ella ha vuelto con Luka y sólo vas a casa más de 8 horas cuando tienes visitas con el pequeño diablo. — Yo hice una mueca.

— Eres mi amigo, pero no tienes que preocuparte por esto. — Me levanté entregándole a una enfermera la ficha. — Gracias, de todos modos.

Aunque no me gustase admitirlo, él tenía razón. Y es que, detestaba aquel apartamento pues sólo me recordaba el día en que llegué a casa y ni Renata ni Luka estaban ahí. Pero a Luka le gustaba, además ahí estaba su verdadera habitación como solía decir, no le podía quitar eso.

Volví a urgencias y fui a la camilla que me habían asignado, un niño con dolores.

— Daniel, ¿dónde te duele? — Su madre me veía atentamente mientras ambas esperábamos la respuesta del niño, pero él no respondía.

— Él solo me decía que le dolía, no me especifico donde.

 — ¿Se ha golpeado o algo? — Ella negó rápidamente. — Bien, Daniel, escúchame. Necesito que me digas donde te duele para... — Él vomitó sobre mí y suspiré, con el tiempo aquello me había dejado de dar asco, pero odiaba que ensuciaran mi ropa. — Como decía, necesito que me digas qué te duele para ayudarte. — Él puso su mano sobre su costado derecho. — Oh, ya veo.

— ¿Es algo malo, doctora? — Miré a su joven madre y negué.  

— Es muy probable que sea sólo apendicitis, le haremos una ecografía para descartar cualquier cosa, le derivaré a un cirujano general para que su hijo reciba la mejor atención. — Ella sonrió aliviada. — Con su permiso. — Ella asintió. Le entregué el informe a una enfermera que pasaba. — Llame a la doctora Durán. - La vieja mujer asintió. Cuando me volteé me sorprendí al ver a la residente con el ceño fruncido. — Veo que has despertado.

— ¿Por qué no me ha llamado?

— Bueno, estabas cansada. — Me encogí de hombros. — Además sólo eran unas consultas comunes, nada grave. — Empecé a caminar a la cafetería, moría por una hamburguesa.

— Doctora Carvajal, necesito aprender todo.

— Valdés, sólo fue una sutura y un diagnóstico de apendicitis, — Me volteé a mirarle. — y no me exijas nada pues sólo eres mi residente y yo sabré cuándo llamarte o no, si eso te molesta puedes ir al servicio de otros médicos, debes tener horas que llenar. — Fui a la barra para prepararme una rápida hamburguesa, pero sabía que ella seguía a mis espaldas. — ¿Se te ofrece algo más, Valdés?

— Yo en serio quiero esto. — Vi su mirada determinada. — Y creo que es una de las mejores cirujanas pediátricas.

— Entonces respeta mis decisiones, ve a casa a descansar o algo. — Me encogí de hombros. — Eres una chica talentosa, pero no te sobre exijas, necesitas una vida aparte del hospital. — Mi subconsciente empezó a gritarme hipócrita.

— Esta bien, iré a casa a descansar un poco. Lamento si le he molestado. — Ella se marchó y yo me senté a comer mi hamburguesa.

— Entonces era verdad lo de tu residente. — Eva se sentó a mi lado mientras comía helado. - ¿Es un tiburoncín, uh, a, ah? - Yo rodé mis ojos.

— Lo es, pero uno bebé aún le falta por alcanzar a sus compañeros tiburones. — Le contesté.

— ¿Vienes al bar esta noche? — Asentí. — ¿Tienes fiebre?, primero la residente y ahora vuelves a salir con nosotros.

— No me hagas arrepentirme, Eva. – Ella sonrió. — ¿Has aceptado a alguien este año?

— A la mayoría que me ha preguntado, sabes que Neurología es aterrador para los residentes del primer año. Pero ellos saben que si no asisten el primer año nunca tocarán un cerebro, aunque conmigo tampoco lo harán.

— A menos que encuentres a tu tiburón. — Ella asintió.

— No quiero que les causen daños permanentes a mis pacientes.

Pasaron algunas consultas más antes de que me fuese a cambiar de ropa junto a los chicos, caminamos al bar que estaba a una calle del hospital donde la mayoría de los doctores iba luego de un largo día de trabajo, pedimos unas papas francesas junto a unas cervezas.

— No pensé que volveríamos a verte por aquí, nieta dorada. — Lucho bromeó recibiendo un golpe de mi parte en su hombro, odiaba aquel apodo.

— Lucho, no le ahuyentes tan rápido, ¿cómo tienes ese efecto con las chicas? — Mayela bromeó haciéndonos reír. — Me encanta volver a verte bebiendo con compañía y no en tu salón.

— Mayela. — Mateo gruño.

— Esta bien, — Sonreí. — pues extrañaba el bar y ganarte en los dardos.

— Ciertamente eres mucho más hábil con los dedos que yo. — Todos reímos ante ello, Mayela era la doctora Durán, cirujana general. Mientras que Lucho era el traumatólogo. Sí, todos mis amigos eran médicos y eso sólo era causa de que pasaba todo el día en aquel hospital y ellos me hostigaron hasta que lograron que me uniera a su círculo. — Un brindis por Valentina, para que vuelva mañana al hospital con resaca. — Todos chocamos nuestras copas y yo no pude evitar sonreír.

— He llegado. - Lucía se sentó a nuestro lado mientras movía sus músculos haciéndolos sonar. — ¿Pueden creer que ese estúpido adolecente volvió con su brazo roto?

— ¿Llamaste a servicios sociales?

— No, sus padres son buenos. Él es el idiota que no deja de querer ser una estrella del internet. Ahora, tráiganme una cerveza. Hoy ha vuelto Valentina, estoy hay que celebrarlo.


ANATOMY OF LOVE - JULIANTINA ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora