5: Misterios

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SABINA

La universidad de mujeres a la que asisto es enorme y antigua.

No hace mucho, hace unos pocos años el gobierno permitió que las mujeres hicieran otra cosa más que amas de casa para sus maridos. Lo que me sorprendió fue la sociedad machista a la que estábamos acostumbradas las mujeres.

Estoy en la carrera de abogacía y no me arrepiento de ello. Amo las leyes y me encanta la idea de defender a las mujeres agredidas en sus casas, y a las que fueron agredidas sexualmente.

No llevamos uniforme, pero existen las reglas básicas. Como no llevamos maquillaje ni las uñas pintadas, debemos tapar nuestro cuerpo, si llevamos falda debe ser larga por debajo de las rodillas. Ni tener ningún color extravagante en el cabello.

Pero yo lo considero una estupidez, nuestros conocimientos y capacidades no tienen nada que ver con nuestra apariencia.

Me encuentro en la clase donde están dando derecho romano, me gusta este aunque es un tema extenso. Cuando de repente miro a mi izquierda, donde está una de las ventanas de mi salón, hay un hombre uniformado recostado en un vehículo. Como si estuviera esperando a alguien.

Hay personas muy afortunadas aquí, parece.

Me sobresaltó al escuchar la campana que anuncia que el tiempo de las clases ha concluido. Todas mis compañeras se levantan y yo las sigo, saliendo del salón mientras guardo mi libro en la mochila.

—Señorita, acompáñeme.

Levanto la mirada de mi mochila para ver al hombre que había visto antes por aquella ventana.

Fruncí el ceño. —¿Quién eres?

El hombre se mantuvo serio mirándome —Caleb Rein me mandó a llevarla a su casa para que se cambie de ropa y después llevarla al palacio real.

Asentí antes de acompañarlo al vehículo.

Me sonrojé debido a la vergüenza, todas las jóvenes estudiantes que estaban cerca me dirigían una mirada sorprendida.

El vehículo comenzó su trayecto, me había sentado en los asientos de atrás. Después de unos veinte minutos llegamos a mi casa, me bajé y me dirigí a la puerta para abrirla. Al entrar a mi casa, logró ver una pequeña caja de plata encima de la mesa del comedor.

Al alzar, la abro para ver qué contiene. Es un anillo del mismo material que su caja, junto con una piedra semipreciosa. Es hermoso y se ve muy costoso.

¿Qué haré para sobrellevar la culpa ahora?

Caleb mandando regalos y tratandome como una princesa, y yo ¿devolviendole cómo? Dándole una mamada a su hermano menor, es el colmo. Me siento una cualquiera que no pudo contenerse a la tentación.

—¡Mamá!

No oigo la respuesta. Debe de seguir trabajando en la panadería, ya hablaría con ella por pasar tanto tiempo allá. Ella insiste en que quiere trabajar para darme lo que necesite y no me falte nada. Pero me preocupa que trabaje tanto.

Otra de las razones para que me convierta en la mejor abogada de Italia es poder tener un buen salario y poder comprarle a ella todo lo que se merece.

Después de haberme cambiado rápido, me pongo el regalo en el dedo y salgo nuevamente de mi casa.

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El vehículo se detiene, dándome a saber que hemos llegado al palacio real. El hombre es el primero que se baja para abrirme la puerta, le agradezco con una sonrisa. Me dirijo a la gran puerta, abriéndose en el proceso.

Lo primero que veo es a mi novio bajando por las escaleras, al verme sonríe.

—Hola, mi amor. Perdón por traerte de repente.

Me da un beso en la mejilla con ternura.

—No me gusta llamar la atención cuando mandas a uno de tus hombres, pero de todas formas te extrañaba.

Nos damos un abrazo que me calienta el corazón, es lo único que necesitaba en estos momentos.

—¿Te gustó mi regalo?

—Me encantó, pero es muy costoso y no puedo aceptarlo Caleb.

—No digas estupideces. Cuando lo vi pensé en ti.

—¿Cómo le digo que no a esa mirada?

Él sonrió y me besó como respuesta.

—Se me va a ir el apetito con estos tortolos.

Logró identificar la voz de Florencia, la hermana de Caleb.

Debo confesar que no me cae nada bien.

Nos separamos del beso.

—¿Te quedas a cenar?

Asentí.

—Pero antes, tengo algo que proponerte. 

Él frunció el ceño.

—¿Qué te parece que invite a mi madre a cenar con nosotros mañana?

—Claro, ¿por qué no?

Aceptó en un instante. Pero sé que le parece incómoda la idea, no le gusta ser evaluado. Caleb y mi madre se han visto un par de veces, pero tampoco para conocerse bien. Mi madre siempre está trabajando y Caleb siempre está ocupado.

—La cena está lista, el abuelo está esperándonos.

Nos dirigimos al comedor, sentándonos en las sillas.

Miré de reojo la silla donde se había sentado Maxwell la otra noche. Ésta se encuentra vacía.

—¿Y el rey? ¿No se digna a sacar un tiempo para cenar con su familia más?

Preguntó mi novio a mi derecha, como si me hubiera leído los pensamientos.

—Me dijo que ya bajaba cuando pase por su oficina.

Y como si hubiera sido llamado, sus pasos comenzaron a oírse en las escaleras. Apareció Max por la puerta del comedor, está con su traje usual, solo que sin la chaqueta. Los pectorales se marcan por encima de la camisa al igual que sus bíceps tonificados. Su cabello está por delante de sus ojos, siempre intenta llevarlo hacía atrás pero vuelve a caer por los lados de su rostro. Dejando el perfecto corte de libro.

—Buenas noches.

Saluda sin mirarme.

Cenamos en silencio.

Al terminar con Caleb vamos hacia su habitación.

Lo beso apasionadamente después de que cerrara la puerta.

Él lo devuelve pero no demora en separarse de mí.

—¿Qué pasa?

—Tengo que irme es una cosa de último momento.

—¿Cosa de último momento? ¿A ésta hora? Es casi medianoche, Caleb.

—Si lo sé, perdón. Te lo recompensaré.

Agarra su abrigo y me da un beso en la frente antes de marcharse.

¿A dónde iría a esta hora? ¿Y por qué?

No lo quise mencionar por que sé como se pone cuando le tocó el tema de su collar. El misterioso collar que siempre lleva alrededor de su cuello. Estaba brillante como si le estuviera avisando algo en el momento que nos besamos.

Sé que me esconde algo.

Y no sirve de nada que me lo oculte.

Lo descubriré tarde o temprano.

Atracción Prohibida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora