Capítulo 9: Emboscada

102 4 0
                                    

Caleb 

Estoy preocupado, llevo días sin poder dormir por las noches pensando en que ella está enojada conmigo y puede cometer alguna estupidez.  

Ya es adulta, lo sé. Pero a pesar de que sea mayor a veces me necesita para tomar decisiones, Sabina es muy impulsiva y no piensa las cosas antes de hacerlas.  

Me levanté temprano, me duché y me puse el traje más formal que tenía. Y por último me peine el cabello castaño hacia atrás como le gusta a ella. 

Bajo las escaleras y me encuentro en la mesa del comedor a Max y el abuelo desayunando.  

—¡Buenos días, familia! Saludo sonriente y me siento en la mesa.  

—¿Y ahora qué te pasó? ¿Te caíste de la cama? 

Pregunta con sarcasmo Max.  Con el cabello azabache a los lados de su cara y siempre vestido formal a veces me da inseguridad tener un hermano así de perfecto. Físicamente, porque tiene un mal genio y junto con su egoísmo y orgullo le bajan puntos a lo irresistible.  

—Para tu información no me caí de ningún lado hoy, ¡Sono felice! 

Él asiente siguiéndome la corriente y sigue desayunando. El abuelo me mira con cara de decepción, como siempre. Pero eso no va a arruinar mi día, después de desayunar iré a la casa de Sabina, tengo una sorpresa que sé que con eso me perdonará.  Después de desayunar, me subo a mi carro encendiendo este en el proceso y acelerando. Recibiendo el aire fresco de la mañana, finalmente llegó a la casa de Sabina. Me recibe su madre con una sonrisa.  

—Joven Caleb, ¿Qué lo trae por aquí tan temprano?  

—Buenos días, nunca es muy temprano para arreglar las cosas y volver a ser feliz.  

Ella se ríe negando con la cabeza. 

—Pase, ella está adentro desayunando. 

 —Estoy esperando, la sorpresa no demora en llegar.  

La madre de Sabina se dirige a su trabajo después de haber entablado conversación, en unos minutos, llegan el vehículo con los mariachis.  La música se comienza a escuchar, comienzo a cantar con un micrófono su canción favorita. 

Junto con el acordeón, la guitarra clásica mi voz combina muy bien. Dentro de un rato, logró llamar la atención de la chica, abre la puerta y me mira atentamente con sus hermosos ojos verdes.  

—Esto es para ti, para que logres perdonarme y podamos volver a estar juntos. No soporto más estar sin ti, te pido perdón por todo lo que logró molestarte. Te doy mis más sinceras disculpas estando de rodillas ante ti. Porque es lo menos que se merece una diosa como tu, una serenata a primera hora de la mañana.  

Ella sonríe.  

—Caleb, te perdono. Podemos volver pero con una condición. 

—La que quieras. 

—Que me tengas confianza en cualquier ámbito, no quiero volver a pasar por la situación de no saber a dónde vas o con quien.  

—Te lo prometo.  

Me levanto atrapando sus labios y poniendo mis manos en su cintura, ella me corresponde y enreda sus dedos en mi cabello castaño.  

..............................................................................................................................................................

Durante el trayecto al castillo, ella se queda pensativa mirando el paisaje, quedándose callada. Mi abuelo nos avisó que habría una reunión como conmemoración a Max, y como muestra de bienvenida a los nuevos ciudadanos a Roma.  

Atracción Prohibida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora