Al llegar a la cena de mis padres y sus amigos los empresarios me puse un mono corto y unas sandalias, nada del otro mundo, con lo que mi madre seguro estaría en desacuerdo. Pero que se fuera enterando que ya no era una niña y no me podía manejar a su antojo.
–Hola –cuando me abrió la puerta vi que, efectivamente, mi vestimenta no sería la más apropiada para la cena, ya que ella se había puesto uno de sus vestidos elegantes y sus joyas.
–Cariño, te dije que era una cena importante.
–Y yo te pregunté que si querías que viniera. Y me respondiste que sí. Aquí estoy, todos contentos.
Ella suspiró y fui a saludar a mi padre antes de que me obligara a cambiarme de ropa y ponerme de punta en blanco. Aunque a mi padre tampoco parecía hacerle gracia la vestimenta se calló y entendió que no iban a obligarme a ponerme otra cosa. Minutos después llegaron sus invitados y pudimos sentarnos a cenar.
–¡Cuánto tiempo ha pasado! –exclamó mi madre nada más servirnos la cena.
–Parece mentira pero ya han sido diez años –añadió mi padre.
–Sí, ya sabéis, andamos de aquí para allá y no tenemos tiempo de parar en ningún sitio. Nos gusta comprobar que los negocios funcionan bien en todas partes.
Miré de reojo al hombre que era amigo de mi padre desde hacía tiempo, aunque yo no le conocía. Luego a su hijo. Ambos estaban pulcramente vestidos, y se notaba que manejaban dinero. Y era cierto que tenía un atractivo innegable, era un chico pijo, pero guapo también, todo hay que decirlo.
–Bueno, bueno, pero no quiero que todo gire en torno a mí. ¿Qué tal os van las cosas a vosotros? –nos preguntó amablemente.
–Bien, todo bien. Mira, nos gustaría presentarte a nuestra hija, Abril, creo que nunca os habíais llegado a conocer, ¿no, hija? –sonrió excesivamente mi madre. Intenté fabricar una sonrisa igual que la suya y negué con la cabeza.
–Encantado, soy Martín y este es mi hijo, Adrián.
–Encantada –respondí. Adrián me sonrió en respuesta y volví a mi plato de setas con ajo. Que era lo único que pude comer, ya que el resto de la cena la habían traído ellos para que probáramos su delicioso menú, que sería el que utilizarían para inaugurar su restaurante.
–Ya le hemos comentado a Abril que piensas abrir por la zona un restaurante de lujo y se ha mostrado muy interesada en el tema –alcé las dos cejas y no levanté la vista para que no vieran mi gesto. –Es que ha estudiado lenguas muertas o algo así y...
–Grado en Ciencias y Lenguas de la Antigüedad, mamá, que parece que no te lo he repetido las suficientes veces –pinché con fuerza en el plato.
–Sí, eso, eso. El caso es que, claro, estudiando eso pues se le está haciendo cuesta arriba buscar un trabajo estable que le llene, y, no sé, hemos pensado que quizá le interese saber un poco más de tu restaurante –¿Hemos? ¿Cómo que hemos?
–Oh, me alegro bastante porque abrir algo por un sitio nuevo donde no se conoce a nadie... es complicado. Buscar gente de calidad y que refleje el status de nuestra comida es bastante difícil –intentó parecer que no era forzada la situación pero es que lo era y todos en la mesa nos habíamos dado cuenta.
–Eso mismo pensaba yo –asintió mi padre, complacido.
–Bueno, siempre podemos probar a ver qué tal te manejas en el restaurante, no es problema para...
–Ya, el caso es que ya le había dicho a mi madre que estoy muy a gusto en mi trabajo –le dediqué una mirada de advertencia y esta puso mal gesto.
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Patio compartido
Humor¿Quién me iba a decir que en cuanto me independizase conviviría con el mismísmo diablo? Abril no es exactamente el prototipo de triunfadora que tenemos en la cabeza, pero oye, hace lo que puede. Y sí, Abril soy yo, una graduada en lenguas muertas q...