Capítulo 36

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Por la mañana me desperté sin ganas, como si mi cuerpo supiera lo cansada que iba a encontrarme después de esa comida, pero me tuve que obligar a hacerlo.

–Venga, Abril, que tenemos que hacer muchas cosas –me hice la dormida pero ya me conocían demasiado bien.

–Pobrecilla –susurró Cayetana sabiendo lo que se me venía encima. –Te mereces que te preparen un buen desayuno, como incentivo. –Me di la vuelta en la cama y me tumbé boca abajo, dando a entender que no tenía ganas de despertarme.

Todos se fueron hablando entre ellos a la cocina, y no sé dónde se iban a meter cuatro personas, si con dos ya parecía que habías cubierto el cupo de espacio, pero allí estaban, cocinando para mí. Un grito me sorprendió de repente.

–Oye, Abril, ¿tú le tenías mucho cariño a la sartén esa roja pequeñita? –preguntó Iván acercándose de nuevo al salón, donde estaba tirada en el colchón del suelo, como si fuera una estrella de mar, ocupando todo el espacio posible. Levanté la cabeza y le fulminé con la mirada. –Es que... a ver, estábamos intentando hacer tortitas, pero alguien se ha pasado con la temperatura –dijo en alto para que la susodicha se diera por aludida, –y ha empezado a salir así como fuego, como en las pelis, y la sartén...

–Nos vamos a desayunar a la cafetería de mi tío –zanjó Caye sin dejarle terminar. Empezó a llegarme un olor a quemado y negué con la cabeza.

–Sois un desastre –refunfuñé y me levanté para vestirme, porque no tendría ganas de ello, pero había sido nombrar la cafetería y se me habían antojado unas tostadas ricas de las que su tío preparaba...

Al llegar casi todas las mesas estaban ocupadas, y nos vimos obligados a sentarnos en una de dentro, cuando siempre preferíamos la terraza.

–¿Qué tal chicos? –sonrió amablemente su tío. Después de hablar unos minutos con él pedimos todo y nos sentamos en la mesa. Notaba como si alguien me estuviera mirando y negué con la cabeza cuando me di cuenta de que Ethan estaba sentado con Emily unas mesas más allá. Le sonreí y este lo hizo de vuelta, pero tenía una pregunta en su mirada, lo supe.

Cuando terminamos fuimos a la tienda a comprar cosas para hacer la comida, ellos la suya, y yo la mía. Aunque casi siempre les terminaba gustando también lo mío y tenía que darles también.

Comenzamos a preparar la comida aún pronto, porque en el momento en que llegaran mis padres eso sería imposible, y recogimos un poco mientras.

Sonó el timbre y respiré hondo, miré la hora y vi que aún faltaba una hora para comer, pero me acerqué y abrí simulando una sonrisa.

–Hola –respondió Ethan.

–¿Ya has venido? ¿Y por qué no entras por el patio? –pregunté confundida.

–Me gusta llegar con tiempo a los sitios y porque el contrato especifica que no puedo cruzar la línea. Son tus normas –me tendió una olla con algo y le invité a entrar.

–Estamos aún terminando de preparar la comida. No hacía falta que hicieras nada. Y vamos a tener que hablar tú y yo de eso de llegar con tiempo a los sitios, porque soy justo al contrario que tú –antes de que pudiera contestarme a eso los chicos le saludaron y le ofrecieron un vaso con refresco.

–Aunque, bueno, tratándose de sus padres... quizá hubiera sido mejor un vaso de algo con alcohol, mucho alcohol...

–¿Y Emily? –preguntó Rocío.

–Al final no puede venir porque...

Y el timbre volvió a sonar dejándonos a todos congelados. Esos sí que eran ellos.

Patio compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora