Me quedé dormida en el sillón por la tarde porque había madrugado y había dormido poco esa noche por el calor que hacía. Tenía aire en casa pero tampoco es que lo pusiera todo el día y, aunque se podía estar mejor que en la calle, sí que era cierto que por las noches hacía calor.
Al sonar el timbre me sobresalté porque nadie venía a casa sin avisarme antes, pero al recordar que Ethan vendría supuse que era él.
Me levanté frotándome los ojos y la cara, intentando que no se notara que me había despertado. Me asomé a la mirilla y comprobé si era él. Y sí, ahí estaba, después de dos semanas había vuelto. Y seguía igual de cachas igual de guapo e igual de...
–Hola –sonrió cuando abrí y me apoyé en el marco de la puerta, simulando normalidad cuando en realidad por dentro sentía el estómago apretado.
–Hola –contesté. –¿Se te ha colado otra pelota en mi lado del patio? –pregunté.
–No, solo venía a darte lo que te compré, por las molestias de regarme las plantas. Bueno, o de matármelas, aún no lo sé.
–¿Aún no has pasado a verlas? –me extrañé.
–No, acabo de llegar ahora mismo, no he pasado ni a casa –me asomé a su puerta y vi que tenía la maleta en la puerta, esperando. Tragué saliva al darme cuenta de que había preferido ir a verme antes que entrar en su casa después de horas de vuelo. Qué mal me sentí cuando me acordé de que acababa de hacerle un perfil en la aplicación de citas. Después lo borraría, antes de que nadie pudiera llamarle por teléfono.
Me tendió algo envuelto en papel de periódico y lo cogí con las manos.
–Nada más verlo me acordé de ti.
–¿Esta es la flor que compraste?
–Sí, bueno... –desenvolví la maceta y... la verdad que yo me esperaba una rosa o algo así, de esas que vienen una y ya. Pero es que me había comprado una planta con maceta y todo y...
–¿Un cactus? –alcé una ceja.
–Sí. Mira que había muchas plantas más pero... es que era esta. Tú eres como el cactus; haces daño cuando te acercas de golpe, pero si sabes cómo gestionar tus pinchos incluso puedes llegar a tocar la flor sin pincharte. Bueno, por eso y porque tú también pinchas –me señaló el bigote en broma, para relajar el ambiente extraño que había creado con sus palabras y me hizo sonreír. No sabía si eso había sido una forma bonita de decirme que quería llegar a la Abril dulce de la flor o era cosa mía, pero decidí quedarme con que me acababa de decir que tenía bigote, porque el odio siempre era más fácil de gestionar que otra cosa, y saqué mi teléfono.
–Cuando me dijiste lo de la flor pensé en dejar todo el tema de las bromas porque me pareciste simpático y todo, pero con esto del cactus y tu preciosa forma de insultarme... te lo mereces –le enseñé el perfil que le había creado y negó con la cabeza, sonriendo.
–¿Cuánto vamos?
–Perdí la cuenta, pero apuesto a que con esta voy ganando –sonreí con suficiencia.
–Bueno, supongo que tendré que solucionar eso, entonces... –ando hasta su puerta y sacó las llaves.
–Me debes un favor, ¿recuerdas? –dije antes de que entrara.
–Ah, sí, por matar a Angustias y Dolores. Gracias por salvar a Alegría, la quería la que más, qué detalle –se burló de mí y no pude evitar que una risa se me escapara. –¿Qué favor?
–Necesito que me entrenes.
–Bien, pues ve al gimnasio y...
–No ese tipo de entrenamiento. Yo hablaba más de... defensa personal –tragué saliva al recordar el momento de angustia que había pasado hacía días, en Madrid. No quería que me volviera a ocurrir, y si lo hacía quería estar preparada, tener al menos una oportunidad de defenderme.
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Patio compartido
Humor¿Quién me iba a decir que en cuanto me independizase conviviría con el mismísmo diablo? Abril no es exactamente el prototipo de triunfadora que tenemos en la cabeza, pero oye, hace lo que puede. Y sí, Abril soy yo, una graduada en lenguas muertas q...