Esa noche la habíamos pasado también con sus primos, que en el último momento habían decidido que era una buena idea quedarse a dormir, porque como estábamos sobrados de espacio... Tiramos todos los colchones y cojines que encontramos en casa de Cayetana y al final hicimos, de nuevo, una cama enorme donde dormir todos, así, juntos y revueltos.
Nos habíamos acostado muy tarde, jugando a algún juego de mesa que implicara que el que perdiera tomara un chupito. Y así pasó, que nos levantaríamos como si un camión nos hubiera atropellado.
Yo estaba entre Cayetana y Rocío, y al despertarme me di cuenta de que tenía un poco más de espacio del que la noche anterior había imaginado, así que me estiré como un gato y abrí los ojos lentamente. Y entonces descubrí que el espacio que tenía era porque Cayetana no estaba, y por ende, Iván tampoco. Rodé los ojos y me levanté para mirar quién más estaba despierto, pero ninguno parecía estar consciente todavía. Y lo raro era que yo me hubiera despertado la primera... con lo poco que me gustaba madrugar.
Pero tenía una sensación extraña, como si algo pasara. Como si estuvieran hablando de mí y me pitaran los oídos.
Mandé un mensaje a Caye diciendo que se dieran prisa en lo que fuera que estaban haciendo, porque sus primos no reaccionarían igual que yo lo hice cuando entré al cuarto de baño en Madrid y me los encontré ahí...
Vi la hora en el teléfono, que había estado cargando hasta entonces, y me sorprendí de que fueran las nueve, era increíble que me hubiera despertado tan pronto un fin de semana, y con resaca. Tenía cinco llamadas perdidas de mi madre, a la que más tarde llamaría. Me levanté para ir al baño, aunque llamé antes de entrar, por si acaso, y me refresqué un poco la cara para despertarme. Al salir, alguien abría la puerta de la casa, y me sorprendió ver que eran Cayetana e Iván, con bolsas en las manos y riendo.
–¡Abril! ¿Ya te has despertado? –preguntó esta.
–Sí, no sé, estoy teniendo una sensación extraña –pero ellos dos parecían estar en otro universo paralelo donde no existía nadie más.
–Hemos traído churros para todos –Iván meneó la bolsa que traía y sonreí.
–¿Así que no estabais haciendo cositas? –enarqué las cejas y estos pasaron de mí completamente.
–Si lo que te preguntas es si le vale lo que le compré, sí, le vale, y le queda estupendamente, si me lo permites –respondió.
–Me preocupaba que os pillaran sus primos, más que conocer los detalles de eso. Es muy raro que mis dos amigos me hablen de sus intimidades, las cuales hacen juntos –simulé una arcada y estos se rieron.
–Hemos ido a por churros –y me dedicó una mirada que me decía; luego entramos en detalles a solas.
–Pues todos siguen en la cama –les seguí hacia el salón y dejaron todo lo que traían en la mesa. Luego fueron a la cocina para preparar café y chocolate, supuse. Y allí estaba su madre desayunando silenciosa sentada en la mesita de la cocina.
–Buenos días, ¿qué tal habéis dormido? –dijo con la taza de café entre las manos.
–Bien.
–Hemos traído churros y porras, mamá, Iván te trae la bolsa mientras que Abril y yo preparamos café para todos –Iván hizo lo que le decía, supongo que para que causara mejor impresión después de lo del regalo, y nosotras nos pusimos a prepararlo. Bueno, ella a prepararlo y yo a mirar cómo lo hacía.
Cuando terminamos decidimos que la mejor forma de despertarlos era...
–¡Vamos, despertad! ¡Buenos días a todos, arriba, vamos! –Caye gritaba mientras que golpeaba con un cazo la olla grande de metal. Gritaba a sílaba por golpe. Seguro que se cagarían en todo porque yo lo haría por las punzadas que estaba pegando en mi cabeza el resonar de la maldita olla.
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Patio compartido
Humor¿Quién me iba a decir que en cuanto me independizase conviviría con el mismísmo diablo? Abril no es exactamente el prototipo de triunfadora que tenemos en la cabeza, pero oye, hace lo que puede. Y sí, Abril soy yo, una graduada en lenguas muertas q...