Ethan regresó de Francia pocos días después y apareció en mi puerta para anunciármelo en persona.
–Vaya... con que míster cachas ha vuelto a molestar, ¿eh? –alcé una ceja y este me sonrió con socarronería.
–He venido a traerte lo que te compré allí, toma –y me dio una rosa roja, perfectamente conservada. La miré sin decir nada.
–Es muy bonita –agradecí.
–No se compara contigo. Nada puede hacerlo –le miré a la cara y vi que sus ojos reflejaban un sentimiento que no había visto antes... pero no sabía el qué.
–Ethan... –estaba a punto de decirle algo pero este me calló con un dedo. Me recorrió los labios suavemente y luego colocó su mano en mi mejilla.
–¿Qué ibas a decir? ¿Que no está bien, que no quieres? –me acercó hasta que la rosa quedó a milímetros de ambos.
–No sé si... –tragué saliva.
–Dilo. Atrévete a decir que no quieres que te bese –susurró.
–No quiero que me beses –respondí en el mismo tono.
–Ahora dilo de verdad –se rio. Estar tan cerca me estaba nublando la vista y convirtiendo mis piernas en gelatina.
¿Podría decir de verdad que no quería? ¿Sería capaz de saber mentir tan bien?
–Las cosas entre nosotros se podrían complicar –dije en su lugar.
–No me importa, te dije que me gustaban peleonas... Acercó su cara a mí y no pude apartarme. No pude.
–Abril, deja de mentirte, llevas haciéndolo mucho tiempo y los dos lo sabemos –jadeó en mi boca. Le miré y asentí.
Asentí porque era verdad. Porque ese tío me ponía a mil con solo mirarme. Porque estaba deseando que me besara.
–Hazlo –le pedí. –Bésame. Acaba de una vez con esto.
–Si te beso, nada de esto va a terminar. De hecho, solo será el principio.
–Hazlo.
Me apretó contra él y me besó con fuerza. Me metió en mi piso y cerró con el pie, como si no le importara romper la puerta con tal de no dejar de besarme. No podía pensar con claridad, pero me daba igual, solo quería que siguiera.
–¿Me has echado de menos? –preguntó besándome el cuello.
–Más de lo que jamás admitiría en voz alta –suspiré, envuelta en el placer que me provocaban sus besos.
Él me quitó la camiseta y admiró con los ojos oscuros del deseo mi cuerpo. Yo le quité a él la suya y me permití recorrer sus abdominales con mi mano, suavemente. Volvió a la carga y me tumbó en el sillón, él encima y yo a su merced. Y nunca admitiría lo que eso me estaba gustando. Nunca.
–Ethan –pedí. Él gimió casi inaudiblemente y me quitó los pantalones también. Comenzó a besarme todo el pecho, pasando por mi tripa y llegando a mi centro. Desde allí me miró y esa vista... esa vista nunca la olvidaría. Me quitó lo que quedaba de ropa y comenzó a besarme por todas partes. Yo me revolvía en el sillón, deseando que se dejara de preliminares y comenzara a darme placer de verdad. Este se rio y chupó la parte más sensible de mi cuerpo, una y otra vez, en círculos, de arriba abajo, de un lado a otro. No podía cerrar la boca del placer, pero me llevé una mano para no gemir en alto. Este vio lo que pretendía y me la quitó.
–Quiero que cuando llegues lo sepa, quiero escucharte gemir, y quiero hacerte gritar en el proceso. Conmigo no te escondas.
Continuó su trabajo y algunos gemidos escapaban sin darme cuenta. Y recordé su frase... esa de "si no te hacen gritar es algo bastante mediocre" y supe a qué se refería, porque él estaba consiguiendo que me volviera loca.
–Más –pedí.
Este intensificó la búsqueda de mi placer e introdujo un dedo también. Grité por la sorpresa y comenzó a trazar círculos en mi interior, provocando que todo mi cuerpo se erizara. Y cuando empezó a succionar esa parte de mí, esa que estaba ansiosa de que siguiera prestándole atención, llegué y jadeé tan alto que me dio miedo pensar que alguien estuviera escuchando.
–Así es como te hacen llegar al placer de verdad. Así...
El móvil comenzó a sonar y me levanté agitada y sudada. Era hora de irme a trabajar. Me tumbé con fuerza en la cama sabiendo que todo había sido un sueño, cabreada por ello, y me restregué las manos por la cara.
Algún día... quizá...
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Patio compartido
Umorismo¿Quién me iba a decir que en cuanto me independizase conviviría con el mismísmo diablo? Abril no es exactamente el prototipo de triunfadora que tenemos en la cabeza, pero oye, hace lo que puede. Y sí, Abril soy yo, una graduada en lenguas muertas q...