EPÍLOGO

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–¿Mucho trabajo? –Ethan me besó cuando aparecí por la puerta, cargada con papeles.

–Bastante –bufé. –Son las evaluaciones y estamos corrigiendo exámenes a contrarreloj –expliqué. Él asintió y dejé las cosas en la mesa. Oí murmullo en el patio y supe que ya habían llegado.

–Nos esperan fuera –sonrió y me miró con dulzura.

–Vamos a tener que replantearnos mudarnos a un sitio más grande. Ya casi ni entramos.

–Todavía caben unos cuántos más –se rio y salió conmigo al patio, donde casi toda mi familia, la de sangre y la escogida, estaba preparando la mesa. Algunos todavía no habían llegado.

Saludé uno a uno a todos los que estaban, que eran unos cuantos, y ayudé en lo que quedaba por colocar.

–¡Abril! Cuánto te he echado de menos, amiga –Caye me abrazó cuando entré a la cocina, donde estaba esta, y negué con la cabeza respondiendo su abrazo.

–Pero si nos vimos ayer, Cayetana.

–Sí, pero es que eres la mejor amiga del mundo, y te quiero mucho, ¿sabes? –casi se puso a llorar de la emoción y me mordí el labio para no reírme. Luego miré su panza, que lucía enorme a esas alturas, y le di un beso en la frente. Ella pareció satisfecha con eso y continuó lo que estuviera haciendo como si nada acabara de pasar.

–¿Pero qué habéis liado con la salsa? Si solo había que calentarla... –Ethan se llevó las manos a la cabeza y se puso a arreglar lo que fuera que habían liado, y aproveché para escapar de esa locura que tenían montada en la cocina. Al fin y al cabo nunca se me había dado bien cocinar y a Ethan le encantaba, así que... Al salir de nuevo al patio comprobé que Rocío y Hugo estaban enredados en un abrazo, ambos sonriendo. Este le mordía una oreja y ella se reía por las cosquillas que le hacía. Carraspeé y me senté en una silla, enfrente de Laura.

–Es que están todavía en esa fase de enamoramiento que no hay quien los aguante –respondió Álvaro, pasando su brazo por encima del hombro de Laura, –nosotros somos más discretos. Somos fogosos cuando hay que serlo, no cuando todos nos están mirando –Laura le dio un manotazo y este se rio.

–¿Fase de enamoramiento? –pregunté atónita. –Llevan así más de cinco años.

–Ya, pero no les pasa, no sé por qué –este cogió un trozo de pan de la mesa y se puso a comérselo, soltando a Laura para alcanzarlo.

–Pues porque nos queremos mucho –respondió Rocío, llegando a la mesa y sentándose a mi lado. –Y tú, cuñado, te estás volviendo un cascarrabias de manual.

–Eso es porque mi hermano me ha abandonado por completo, no te lo voy a perdonar nunca.

–Tú también te has ido a vivir fuera de casa, con Laura –replicó este.

–Sí, pero tú lo hiciste antes, así que no cuenta. Tú me abandonaste antes.

–Oye, ¿te has lavado las manos antes de coger el pan? –preguntó Laura mirando cómo este comía trozos.

–Pues no, y mira que he ido al baño a hacer aguas mayores hace un rato y se me ha olvidado –Laura puso cara de asco y este rodó los ojos. –Que sí, que me he lavado las manos –respondió cansino. Si Laura ya era una maniática de la limpieza cuando vivía conmigo no quería imaginar cómo era embarazada y con un novio así de gracioso.

Mis padres sacaron más comida y la pusieron en la mesa. Poco después también aparecieron los de Ethan y también se sentaron. Solo faltaban...

–¡Ya estamos aquí! –anunció Adrián con más comida en las manos. Iba a sobrar muchísima, estaba segura, pero esa mesa tamaño boda no se llenaba con tres platos. –Perdón, se nos ha hecho un poco tarde, entre el restaurante y que aquí Leo nunca encuentra ropa que le guste...

Patio compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora