finjamos demencia y hagamos como que licha si viajó a china a jugar el amistoso:(
—Amor, despertate dale.
—¿Mhm?
La risa de Lisandro hizo que lentamente pueda abrir solo un poco el ojo. Su mano se encontraba sobre mi muslo donde dejaba leves apretones con intenciones de que reaccione, pero al ver la sonrisita en su cara solo generó que quiera hacerme la dormida solo para seguir escuchando sus intentos de ser mi alarma.
—Dale que ya llegamos —dijo en voz baja como si quisiera ser delicado y le hablara a un nene chiquito.
Mi plan iba perfecto después de estirarme un par de veces pero al momento de sentir el auto apagarse me di cuenta de que ya habíamos llegado al aeropuerto, por lo tanto ya no podía fingir.
Pero obviamente no abrí los ojos cuando empecé a sentir sus besos cortitos por toda mi cara hasta dejar uno largo en mis labios. Decido abrir los ojos solo para verlo al tenerlo a centimetros y lo primero que me impacta la vista es su sonrisa ladeada junto a una risa divertida.
—Te re dormiste, amor. Era media hora nomas —dejó un beso ruidoso en mi cachete y se acomodó mejor para sacarse el cinturón.
—Tenía sueño —murmuro refregandome los ojos.
Si había que aguantar un viaje de tantas horas hasta Beijing preferiría sobrevivirlo durmiendo, pero sabía que Lisandro había dormido las suficientes horas para estar más despierto que la mierda y seguramente no quiera que lo deje solo porque se aburriría.
—Dame la mía —digo al ver que empezaba a maniobrar con sus valijas y las mías.
—Lleva tu bolso, yo llevo esto.
—Lisandro te vas a lastimar la pata, no te la quebrarse de pedo y te la queres lastimar con esto —me quejo al ver como estaba haciendo fuerza de más con la pierna.
Él solo se rió y terminó cediendo, le convenía si quería evitar pasar vergüenza retandolo como un nene solo para cuidarlo porque es un bruto.
—¿Compramos algo para comer? —preguntó poniéndose los lentes de sol.
Esto de salir con el hombre más hermoso del mundo no es tan lindo.
En estas situaciones solo queda soltar un suspiro de colegiala y seguir.
—¿Una hamburguesa? —pregunto esperanzada.
—Son las once de la mañana. Un cafecito —dijo riendose.
—No hay horario para una hamburguesa, Li. Compremos, porfi —hago un puchero casi suplicando.
Lisandro soltó un suspiro y asintió estirando su mano hacia mi, la alcancé enseguida entrelazando nuestras manos para caminar rápidamente a la entrada del aeropuerto. Con el tiempo de sobra que teníamos hasta que salga el vuelo podría comer mi hamburguesa tranquilamente.
—¿Queres que compre yo? —pregunto observando como ya era la sexta personas en darse vuelta a murmurar sobre él, en apenas cuatro minutos de haber pisado el local.
—Porfa, te espero en el lugar de siempre —agradeció con la mirada mientras se empezaba a ir disimuladamente.
El 'lugar de siempre' era el sector de espera que nos daban siempre que venimos con tiempo de sobra al aeropuerto, era un lugar alejado de la gente donde podíamos estar solos ya que siempre lo terminaban reconociendo y le incomodaba que lo graben y fotografíen sin permiso.
Una vez pedida y entregada la comida agarro el paquete son una sonrisa ya sintiendo el olorcito a chatarra, mi panza pedía a gritos un mordisco a esa hamburguesa con papas. Después de un par de vueltas y perdidas por no acordarme donde se suponía que estaba Lisandro, lo encontré. Sentado y con el celular en la mano a punto de empezar una llamada.