Capítulo Final

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Unas semanas después.

Manada Diamond...

Ares.

No sé cuánto tiempo había pasado, pero me sentía adolorido, como si hubiesen pasado una aplanadora sobre mi cuerpo. Corrí escaleras abajo sin importar el mareo que me dio cuando salí de la cama. Estaba en la mansión, pero me sentía vacío y solo. Mi lobo había caído en un sueño profundo, que no me dejaba despertar.

Todo estaba en completo silencio cuando aparecí en el pasillo. Estaban los chicos y Valentina.

—¿En dónde está? —les pregunto, Surt, al no sentir la presencia de Leah, comenzó a desesperarse—. ¿En dónde están Leah y Jay?

—Mejor me voy… —dice Mara, con voz temblorosa.

—¿Para dónde te vas? Quiero saber de mi luna —la miro con rabia—. ¡Que alguien hable, maldición!

—Ares, no lo lograron —esta vez era mi hermano quien hablaba, frunzo el ceño al verlo en casa—. Daniels mató a Leah y a Jay hace unos días.

Abro mis ojos sorprendido.

—Leah está viva… —los señalo a todos—. ¿Dónde está Leah? No me hagan pasar por esto de nuevo. Si es una broma, déjenme decirles que es de muy mal gusto lo que están haciendo.

—Hermano, lo siento mucho. He venido al enterarme de que estabas inconsciente. Debido a la sangre envenenada, Leah no pudo soportarlo —lo miro sin entender—. Ella era humana y lo más seguro era que su frágil corazón no aguantara el veneno. Jay no lo soportó siendo un demonio.

¿Cuál sangre? Ella estaba viva después de eso... No, ¿la sangre en su rostro?

—No se pudo hacer nada por Leah… —intervino Aaron.

—¿Cómo que no pudiste hacer nada? —lo miro con desprecio—. Eres Lucifer. ¡¿Cómo que no pudiste hacer nada para revivir a mi mujer?!

Pongo la mano en mi pecho al sentir dolor.

—Ares... —Mara me toma del brazo mientras me veía preocupada.

Me suelto de su agarre y los miro a todos. Mi hermosa hija estaba llorando y tenía ojeras. Seguramente no había dormido en días, esperando a que me despertara.

Ella también había perdido a la persona que quería.

—¿Qué? —el dolor en el pecho me estaba quemando—. ¡Mara, no voy a tomar té! Debo ir a buscar a Leah porque debe estar muy asustada. Ella se desmayó cuando recibió junto a Jay... ¿En dónde está Charlotte?

Empiezo a caminar hacia la salida, ella debe estar en algún lado escondida y como siempre saldrá a decirme cualquier cosa.

—Ares, ella no está más aquí con nosotros —mi hermano me detiene, me giro a verlo porque mi cerebro no procesa esa información—. Tu mate ha muerto en el limbo. No se puede regresar un alma de ese lugar. Ella era un ángel, al ser un humano muy bueno, pero el lugar en donde estaba, no le permitió irse… por más que nosotros intentamos traerla a la tierra, los humanos no pueden salir...

Caigo de rodillas y lo miro fijamente buscando alguna respuesta errónea, pero no. No hay vacilación en su mirada ni temor a que yo pueda matarlo por mentiroso.

Él era un alfa que tenía en casa a su luna, pero yo no.

¿Por qué tengo que sufrir otra vez?

—Murió... —asiento, el dolor que me está quemando—. Está bien, solo necesito otra luna. Empezaré a llamar a todas las lobas de las manadas vecinas. Iré a Rumania por si hay algo bueno por allá.

—Ninguno protegió a nuestra Luna, alfa Ares. No de la manera como usted lo había ordenado y cómo ella se lo merecía. Realmente estamos arrepentidos de lo que nos pasó nuevamente —dijeron algunos de mis lobos.

Su pena se instaló en mi cabeza y ya no pude seguir.

Vi un espejo que mostraba lo patético y miserable que era como hombre y como alfa, tomé una lámpara y se la aventé haciéndolo añicos.

—¡Leah!

Abrí la puerta de mi casa y me di cuenta de que era de noche, el mundo siguió su ritmo… otra vez. Qué desgraciada tenía que ser la vida, para hacerme pasar esto.

¿Acaso no había aprendido la lección con Amelia?

Daniels, el hombre que una vez admiré y quise como mi padre, mató, por segunda vez, a la mujer que yo amaba y no pude hacer nada al respecto… otra vez. No sirvo como padre y como alfa soy un inútil.

De nada sirve tener tanto título si soy un lobo desdichado. No siento a Leah por ningún lado. Su aroma no está cerca y mucho menos lejos. Mi amada Leah no estaba en este mundo y lo sabía, ella no iba a regresar jamás. Ya había luchado, ya había llorado y me tocó salir adelante con Valentina. No tenía otra opción, además de aceptar mi destino.

Pero duele, maldición, duele horrible y me arde el pecho. La vida me duele y ni siquiera puedo echarme a morir completamente, porque tengo a una hija por la cual debo luchar.

Surt, haz lo que quieras porque eres libre.

Yo, Ares, alfa de la manada Diamond, te dejo en la libertad de elegir y hacer lo que desees. No quiero tener conciencia de este mundo si no es por Leah. De Valentina me encargaré más tarde, pero por ahora, se el lobo que quería libertad.  

Lo siento, muchachos, pero el dolor es menos cuando no tengo conocimiento de lo que soy.

Le di paso a Surt y perdí la conciencia de todo lo que un día me rodeó.

Una vez más, había perdido a mi luna.

El CEO Es Un AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora