Capítulo 1: No tan mala suerte

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Hoy es el peor día de mi vida.

En serio.

Mi jefa me mira con una ceja lazada mientras comienza una serie de palabras que se resumen en: «estás despedida». Comienza con el típico cuento que la compañía está reduciendo personal, y sé que termina conmigo siendo despedida. Su rostro fruncido y lleno de maquillaje no me agradan ni un poco, pero me pagaba bien y la soportaba por ello. Ahora que habla sin cesar frente a mí diciéndome lo mucho que lo siente, trato de no estirarme sobre encima de su escritorio y golpearle en la cara. Siempre he querido hacerlo. La mano me tiembla para que lo haga pero me digo a mí misma que eso me traerá muchos problemas.

Miro alrededor de estas paredes sin mucha tristeza. Definitivamente no extrañaré este lugar.

Mi trabajo consiste, bueno..., consistía en ayudarla a ella. Yo era su secretaria. Llevaba su agenda, hacía sus citas, la acompañaba a las conferencias, y era como su representante cuando ella lo quería. Ahora que no lo seré, en vez de sentir un peso sobre mí por no poder pagar la renta y mis cuentas, pienso en lo afortunada que soy.

Pobre de la próxima persona que tome mi lugar, porque no creo que aguante todo lo que yo aguanté en dos años. Si no pagaran bien hace rato hubiera renunciado, pero ahora que me dan la oportunidad, mi ex jefa puede besar mi trasero. Es mayor que yo, como por diez años pero bien podría ser más, con el maquillaje que usa aparenta más, aunque ella piense que no. Siempre me cayó gorda esta mujer. Llegaba todos los días con aires de ser la mejor y tiraba su cartera en mi escritorio, me pedía café con voz de grito -para que toda la oficina la oyera-, y me exigía que reservara citas en restaurantes carísimos para ella y su novio del momento.

Antes de que ella pueda decir más, me levanto, ajustando mi falda y acomodando mis lentes de descaso sobre mi cabeza para observarla desde arriba. Me apoyo sobre su escritorio un poco, y me inclino hacia la mujer, bajo su atenta mirada sorprendida. Se le ve un poco cortada y eso me alegra.

-Mira Martha -digo con voz calmada-, déjate de palabrerías. Sé que me estás despidiendo porque ya no te caigo bien -Hago una mueca de indiferencia-. Mejor para mí, porque ya no soportaba trabajar contigo. Eres la peor jefa. Pobrecita de la tome mi lugar, me compadezco realmente de ella. -Su boca cae entreabierta ante mis crueles palabras. Pero son la verdad, y ya no puedo retenerlas más-. Que tengas una buena vida, Martha -digo con ironía-. Adiós.

Dejo de observar su rostro estupefacto para caminar fuera de su oficina. Al salir de ahí me río recordando su rostro muy maquillado estupefacto. Esa mujer tiene serios problemas con el polvo de maquillar. Su rostro parece tieso, y eso la hace ver muy gracioso. Eso, y el que use botox.

Mis tacones resuenan por todo el departamento de Recursos Humanos, pero no me importa. Estoy tan aliviada que no me fijo en las miradas atentas que me dirigen las personas a mí alrededor. Cojo mi bolso de mi escritorio y me voy, dejando las demás cosas donde están. No me llevaré nada de ahí porque todo es de la oficina. Y ya no trabajaré más ahí.

Al no tener auto, debo regresar en bus a mi casa.

Camino por calles hacia la estación de buses. Aún es temprano por lo que puedo conseguir uno vacío. El otoño hace que el viento fresco despeine mi cabello. Los lentes que puse sobre mi cabeza, me los saco y los guardo en su estuche. Ahora que recuerdo, no apagué la computadora en la que estaba trabajado un archivo que Martha me había pedido horas antes. Pues que se joda. Nunca terminé el documento.

Mi mala suerte continua cuando al bajar del bus, al llegar a mi paradero, me caigo de bruces a la vereda, haciendo que el tacón de mi zapato derecho se rompa. Abochornada miro a todos lados esperando que nadie haya visto aquello. Sólo las personas del bus. Sonrió incómoda. Me levanto con toda la dignidad posible y me quito mis tacones. Gracias a Dios mi casa sólo queda a una cuadra de aquí, por lo que no debo caminar mucho descalza, bueno, con medias de licra. Me aferro a mi bolso y a mis tacones mientras camino.

La obsesión del jefe | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora