Al entrar al vestíbulo ni siquiera parpadeo ante el lujo del hotel que reviste las paredes y decoraciones del lugar. Aún me siento en las nubes por el beso que compartí con Emilio minutos atrás. Su mano ahora está posada peligrosamente cerca de mi espalda baja, guiándome hacia lo que parece la sala de recepción del lujoso hotel. Por donde quiera que mirase había personas vestidas de gala y muchos camarógrafos que fotografían aquel glorioso momento.
Todos voltean la mirada hacia Emilio, y, por ende, a mí. Pero no me afecta las miradas curiosas que los asistentes de aquella celebración me lanzan. Todavía podía sentir los labios de Emilio sobre mí. Había soñado muchas veces con aquel beso, y nunca se podría comparar con lo que había vivido.
Mi corazón salta de alegría mientras miro a todos lados con una sonrisa soñadora. Varias personas se acercan a Emilio para saludarlo. Él me presenta como su cita y yo no puedo evitar soltar una risita emocionada, y por supuesto, disimulada.
Seguimos de largo, sin más interrupciones, hasta entrar a la gran recepción donde sería la ceremonia del acontecimiento. Dentro todo está más decorado que afuera. Había por doquier decoraciones de color oro. Supongo que por el aniversario número 50 de la empresa. Miro el techo alto viendo que ahí están colgadas algunas luces que iluminan todo el lugar.
La recepción es tan grande que hay muchísimas mesas con decoraciones de flores en ellas. Los platos y copas perfectamente alineadas sobre éstas. Y en cada mesa se observa un pequeño papel en letras doradas con varios nombres y apellidos, hay seis sillas por mesa así que supongo que es por reservación.
Me inclino a Emilio.
-¿Dónde me sentaré yo? -pregunto. De repente ya no me siento tan feliz como minutos atrás. Las mariposas que antes sentí cuando besaba a Emilio no se comparan con los leones que ahora rugen en mi estómago por el pánico que me entra de sólo pensar estar sentada en una mesa separada de Emilio, o cerca de Verónica.
Quien haya hecho los arreglos va a morir si yo soy excluida.
-Conmigo, obviamente -responde volteando a verme. Parece notar la angustia que me ha invadido porque me pega a él y entierra su cabeza en mi cuello, a la altura de mi oído-. ¿Pasa algo, rubia?
Niego. Pero rápidamente lo corrijo, asintiendo fervientemente.
-¿Verónica no se irá a sentar con nosotros verdad?
Él ríe.
-No -dice con la voz demasiado alta, como si mi pregunta fuera absurda.
Asiento, sintiendo de nuevo mi corazón ralentizarse.
-Bien. -Miro a todos lados viendo caras desconocidas por doquier, luego fijo mi vista en Emilio, mirándolo con determinación-. El momento de enfrentar a tus padres ha llegado. ¿Estás listo?
Emilio aprieta los labios, pero finalmente asiente.
Suspiro. Llevo mis manos a sus mejillas y hago que me mire.
-Escucha, Emilio... estaré contigo en todo momento. -Acaricio suavemente una de sus mejillas con mi pulgar-. No me despegaré de tu lado en ningún momento. Lo prometo.
Con aquella promesa se le ve más aliviado, y confiado. Asiente y besa con suavidad la cima de mi cabeza.
-Gracias. -Su corta palabra parece ser algo simple, pero tiene un gran significado detrás de ello.
Aprieto su mano y él vuelve a pasar su brazo por detrás de mí, sujetándome de la cintura. Me guía entre las mesas hasta casi al principio, justo frente a la tarima del escenario, en la primera fila. Ahí diviso a varias personas ya sentadas en sus mesas distribuidas, conversando amenamente. Emilio se detiene en la primera de la derecha y carraspea, interrumpiendo la conversación de las personas de allí. Veo a su padre, y a quienes parecen ser su madre, y sus abuelos.
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La obsesión del jefe | ✓
RomanceTamara es la obsesión del jefe. Él no parará hasta hacerla suya. *** Tamara Hudson, Tammy para sus mejores amigos, es despedida de su trabajo por su jefa malvada. Desempleada y con muchas cuentas que afrontar, decide olvidarse de todo lo malo de su...