Capítulo 37: Visitas indeseadas

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El día lunes soy la primera en llegar a la oficina. Bueno, obviamente no la primera persona, ese sería el conserje o la persona que abre las puertas del Lepore Tower. Me refiero a que yo llego antes que Emilio, por lo tanto cuando entro a su oficina y la veo vacía, me siento en mi silla a empezar con mi trabajo. El día sábado luego de la inauguración Emilio me llevó a su departamento para dormir, al día siguiente la pasamos todo el día juntos y a pesar que no quería irme, tuve que hacerlo. Emilio me acompañó caminando a mi departamento por lo cerca que están, y no he sabido nada de él desde que nos despedimos casi a medianoche.

Como el jefe no está voy a la cafetería de la planta y recojo dos cafés. Uno descafeinado para él con doble de azúcar, y otro de mocha latte para mí. El suyo está caliente y se lo dejo sobre su mesa, mientras que tomo el mío a sorbos por miedo a quemarme la lengua.

Los minutos continúan y yo estoy enfocada en la pantalla del ordenador tecleando. Las personas llegan a sus puestos pero Emilio no da señales de vida. Continúo con lo mío sintiendo como mis gafas se deslizan cada cierto tiempo por lo que tengo que empujarlas por el puente de mi nariz.

En un momento dado los escalofríos me invaden. No subo la vista cuando el sonido de pasos resuena en el lugar.

Son varias personas, y debido a que una de ellas es mujer, debido al sonido de tacones, aprieto una mano en puño imaginándome la cara de Verónica. Dios mío, es lunes, demasiado temprano para lidiar con ella... Por favor, Señor que no sea ella...

-Tamara... -La voz de Emilio me hace sacudir la cabeza y levantarla poco a poco, con mi café en la mano y bien sujetado para no lanzárselo a Verónica. Pero me sorprende no verla a ella, sino a otra mujer, y junto a ella Antoine. No los miro a ellos, sino a esta mujer que está vestida pulcramente con un vestido negro ajustado y con tacones altos a juego. Lo que llama más la atención de ella no es su cuerpo curvilíneo o su fina cintura, o incluso sus ojos verdes, sino su cabello. Es rojo, completamente, y no por cualquier tinte, es natural.

Tengo a una pelirroja de ojos verdes mirándome con curiosidad.

Parpadeo mirando a Emilio y dejo mi café sobre la mesa.

-Buenos días -saludo a todos y me levanto porque estando en mi silla con ellos de pie frente a mí me hace sentir pequeña. Me acomodo la blusa y sonrío con cordialidad, como la buena secretaria que debo ser.

-Tamara, ella es Alba Peterson -dice Emilio presentándome a la pelirroja-. Será tu reemplazo por unos días.

Casi me caigo de culo al oírlo.

-¿Mi qué? -Me esfuerzo por no gritarle. Veo que Antoine se ríe disimuladamente mirando a otro lado, mientras que la pelirroja me sonríe. Emilio acaba de arruinar mi café-. ¿Reemplazo? ¿Por qué rayos voy a ser reemplazada...?

-Por el tema de viajes -me corta él antes que pueda continuar con mi tono mordaz. Rebusco en mi mente algo que tenga que ver con eso y una imagen destella, un recuerdo, cuando el domingo me desperté con resaca y entré a la ducha para bañarme mientras Emilio me hablaba desde afuera contándome algo acerca de un viaje. No le tomé atención, no cuando mi cabeza palpitaba y solo quería aventarme de la ventana. Pero básicamente me dijo que habría un viaje de negocios, y quería que lo acompañara.

La pelirroja frente a mí no pierde su sonrisa, sino extiende la mano para que la tome.

-Tamara Hudson -dice con voz ronca. Al parecer su tono de voz es tan sexi como lo es ella. Tomo su mano sin entenderla-. Emilio me contó sobre ti.

No sé quién esta mujer pero mi sexto sentido me alerta. Además, no lo llamó «señor Di Angelo» como lo haría una secretaria "normal". Aquello me huele mal, y las miradas que esta mujer tiene sobre mi novio tampoco son normales.

La obsesión del jefe | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora