Capítulo 3: Buenas noticias y apariciones

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Cuando llego a mi departamento, cansada del día agotador por estar yendo a dejar mis currículos a varias empresas, me doy con la sorpresa de que no hay nadie en casa. Mis amigos Rhys y Kenth suelen trabajar desde casa, por lo que me extraña que no estén. Aun así decido almorzar, abatida y sola.

Tan sólo ha pasado un día de la supuesta entrevista con Emilio pero pareciera que fuera más tiempo.

Preparo el almuerzo para mí sola ya que recibo un mensaje de los chicos diciéndome que han quedado para almorzar con Ellie, su hermana menor.

Cuando termino mi comida y empiezo a lavar todo el desorden que he ocasionado para cocinar, el timbre del departamento suena. Frunzo el ceño preguntándome quién puede ser. No espero a nadie hoy. Ni los próximos días. Estoy más sola que un huérfano.

Abro la puerta y me quedo lela al fijar mis ojos en Emilio, quien está parado frente a mí. Me observa unos segundos con ojos determinados, su brillo en ellos me hace estremecer.

-Hola, Tamara.

Alzo una ceja ante tu saludo.

-Hola, Emilio -lo llamo por su nombre porque no trabajo para él, y de ningún modo lo llamaré señor-. ¿Qué haces aquí?

No me sorprende verlo en mi puerta, mi dirección estaba en mi currículo que dejé, lo que me sorprende es que me esté visitando. Fui un poco dura con él ayer. ¿Acaso vendrá a gritarme? ¿O contratarme?

-¿Puedo pasar?

Asiento.

Emilio entra a mi departamento. Veo que observa la sala con curiosidad. Se dirige al sillón y se sienta, como si yo lo hubiera invitado a pasar.

-Claro, siéntate -murmuro enfurruñada. Me molesta que esté aquí.

-Sé que ayer no tuvimos un buen comienzo -dice apoyándose en el respaldar de mi sofá, poniéndose cómodo-. He revisado tu currículo y debo decir que me has impresionado. Y no sólo por eso, sino también por tu sinceridad. -Sonríe-. Debo decir que nunca había sido llamado idiota por una secretaria antes. Y menos cuando aún no ha sido contratada.

No puedo creer lo que escucho.

-¡Me estás contratando! -exclamo con los ojos muy abiertos. Emilio se ríe y asiente. Yo levanto las manos-. Espera, ¿me estás contratando porque te llamé imbécil? Si es así te llamaré siempre de esa forma para recibir un aumento, o para que me asciendas.

Emilio se ríe.

-Lo siento si me comporté como un idiota -se lamenta con una sonrisa triste-. Sólo me puedes llamar de esa forma cuando me comporte como tal, sino hazlo por mi nombre. Me vendría bien una dosis de confianza con mi secretaria.

-Bueno, supongo que te debo una disculpa por insultarte -digo con voz trémula, hago una mueca-, pero no lo siento por llamarte imbécil. Así que... -me encojo de hombros. Él dijo que le vendría bien tener confianza con su secretaria y yo soy así. Sonrío pensando en que ya estoy contratada de nuevo-. Espera, espera. No puedo aceptar si no me dices cuánto me vas a pagar.

Emilio asiente, poniéndose serio de nuevo.

-Esos detalles los discutiremos mañana cuando vengas a la oficina. Te quiero allí a las ocho de la mañana.

Asiento.

El timbre suena de nuevo, interrumpiendo lo que iba a decir. Le hago una seña a Emilio de que me espere y voy hacia la puerta. Cuando la abro, me quedo lívida al ver a mis padres.

-¡Mamá, papá! -digo mirándolos con sorpresa-. ¿Qué hacen aquí?

Mamá eleva una ceja.

-¿No podemos visitar a nuestra hija?

La obsesión del jefe | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora