TRADUCCIÓN AUTORIZADA.
love resembles a misty dream (love me only 'til this spring)
El amor se asemeja a un sueño brumoso (Amame solo hasta la primavera)
Todos, desde el príncipe de Pentos hasta el granjero más común en El Dominio, sabían que el Re...
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Luke amaba a sus hijos más que nada, pero extrañaba a su esposo.
Y lo absurdamente enorme de su verga.
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La dicha de tener hijos desapareció con rapidez cuando los niños empezaron a caminar y a pensar por sí mismos.
Y no era que Luke no gustara de los finos Lords y Ladies en los que sus hijos se estaban convirtiendo: Aenys y Saera eran muy inteligentes para su edad, Naerys era más dulce que cualquier limón caramelizado, y Gaemon podría rivalizar con el sol de lo radiante que era. Incluso el pequeño Valerion era un bebé fácil de tratar quien se contentaba con dormir y que aplaudía felizmente cuando veía un dragón.
Luke amaba a sus hijos tanto que su cuerpo a veces no era capaz de soportarlo. Era como si necesitara abrirse las costillas para hacerle lugar a aquellas emociones que amenazaban con desbordarse se su ser. Dicho eso, había días en los que quisiera poder hacer más que darse besos castos con su tío antes de ser interrumpidos.
De alguna forma, el tener hijos había hecho que Luke y Aemond tuvieran que rebajarse a comportarse como si fueran dos prometidos que intentaban tocarse discretamente bajo la mirada de sus padres. Nada quedaba de las mañanas y noches en las que se pasaban compartiendo besos apasionados y arañando la piel del otro. Ahora, parecía que no podían hacer más que acariciarse como dos jóvenes antes de que uno de sus tantos hijos lograra encontrarlos en cual fuera la habitación o bodega en la que se hubieran escondido.
La primera vez que Naerys había tocado a la puerta del solar de Aemond mientras Luke tenía ya la verga de su esposo a media garganta, había sido muy vergonzoso. Casi se había ahogado cuando Aemond se levantó de golpe para acomodarse con prisa y permitir que la pequeña niña entrara. Fue una situación bastante incómoda, pero su hija era tan adorablemente despistada que Luke no pudo pensar mucho en lo insatisfecho que se sentía.
La cosa dejó de ser tierna cuando Saera entró a la sala de sus aposentos sin avisar mientras ellos estaban encerrados en la recámara con tres de los dedos de Aemond profundamente metidos en el coño de Luke mientras su esposo lo acercaba cada vez más y más a la cúspide del placer.
