11. home (hogar)

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Cuando los mellizos nacieron, Aenys fue el más pequeño de los dos. Había sido casi imposible separar al niño de Lucerys al principio, pero una vez que lo sacaron de los brazos de su sobrino para entregárselo a él, Aemond se dio cuenta de lo diminuto que era su hijo.

Saera nació siendo robusta y ruidosa, sus pulmones anunciaron la claridad de su salud a todos en el Red Keep, pero Aenys fue lo opuesto a su hermana. Se había visto diminuto entre los brazos de Aemond con su regordete y frágil rostro, y no soltaba sonidos a parte de uno que otro quejido ocasional.

Aenys había sido tan pequeño que parecía que una brisa de viento podía mandarlo a volar fuera de los brazos de su padre. Aemond también había sido pequeño al nacer. A pesar de ahora ser el más alto de sus hermanos, apenas había tenido la mitad del tamaño que Aegon cuando era un bebé. Pero había sido ruidoso y exigente como Saera.

Aemond se preguntó si su madre alguna vez sintió por él la misma preocupación que el platinado sentía ahora por Aenys: el miedo de que sus pequeños pulmones y corazón no fueran capaces de seguirle el ritmo al resto de su cuerpo y cedieran en cualquier momento.

Había demasiadas cosas en Aenys que eran similares a Aemond: sus ojos, su cabello, su piel y labios. Todos esos rasgos eran de Aemond. La única parte de su hijo que era de Lucerys era su nariz que apuntaba ligeramente al cielo.

A Lucerys le fascinaba recordarle el parecido tan asombroso que tenían.

—Se parece a ti. Realmente es el hijo de su padre —solía decir su sobrino en repetidas ocasiones desde su lugar en la cama con una gentil voz, casi como si le hablara a un niño. Aemond no estaba seguro de si trataba de calmar a Aenys o a él.

Aemond no necesitaba que se lo recordaran. A pesar de los rumores que se habían iniciado en la corte luego de que Lucerys hubiera anunciado su delicada situación, Aemond jamás tuvo duda alguna de que el bebé que crecía dentro del vientre de su sobrino era suyo. Y todos esos rumores sin fundamento se callaron cuando los bebés nacieron.

Aenys se veía tal como él. Todos podían verlo. Negarlo sería hacerse el ciego.

—Recuerdo el día que tú naciste —Aegon dijo un día, unas cuantas lunas después del nacimiento de los niños, con el aliento apestando a alcohol—. Creo que esa fue la primera vez que pude respirar en paz. Aunque no era más que una pequeña mierdecilla en ese entonces, recuerdo que fue bastante agradable que la atención de Otto y mi madre estuviera sobre alguien más que yo.

Aegon puso una mano sobre el hombro de Aemond.

—Pero ese es el destino del segundo hijo, ¿no es así? Quitar la atención indeseada de sobre el codiciado primer hijo —su hermano le sonrió, exponiendo sus dientes manchados con vino—. Aunque supongo que esa es una experiencia que tú y nuestro sobrino comparten.

Love Resembles a Misty Dream -Lucemond-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora