Capítulo 16

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Seguimos aquí una semana más, avanzando en esta historia que me tiene en una montaña rusa de emociones.

¡Disfrutad de la lectura!

Le resultaba imposible mantenerse alejada se Shaw, cada día reservaba un par de horas para ir a la iglesia verlo, acompañarlo y cuidar de él. Ese niño se estaba clavando cada vez más profundo en su corazón. Shaw se había acostumbrado a ella también, mostrándose más cariñoso y confiado con Evanna, incluso había intercambiado un par de tímidas frases con ella.

La primera vez que la rubia escuchó su voz se emocionó sin remedio, era dulce y algo chillona como cabía esperar de un infante, pero a ella le parecía la cosa más hermosa que jamás hubiera escuchado. A Shaw le costaba hablar, así que Evanna se mantenía atenta a su actitud para descifrar que le ocurría al niño y cuando por fin se decidía a usar las palabras ella lo escuchaba con absoluta devoción.

Poco a poco iba conociendo a Shaw, sus gestos, movimientos, las graciosas muecas que hacía en su rostro, por lo que le resultaba más sencillo saber que necesitaba en cada momento. Reía junto a él y aplaudía los juegos con sus compañeros, cuando las lágrimas llegaban ya fueran de tristeza o por alguna rabieta Evanna lo calmaba con paciencia y amor.

Aquella rutina la agotaba, pero la hacía muy feliz. Evanna se sorprendía a si misma pensando en Shaw a cualquier hora. Deseaba con toda su alma llevarse a Shaw consigo, criarlo y amarlo como su hijo, sin embargo, debía conformarse con las pocas horas que disfrutaba de él. Eran las horas más felices del día.

El resto del tiempo lo compartía con Beth y Lorna y los hijos de ambas, su vínculo se había hecho más fuerte desde que había confesado sus sentimientos por Galahad. Era genial sentirse arropada y aceptada por ellas, antes solo había sentido una amistad así con Senga. Aunque quizás esta vez se tratase de algo más, no debía hacerlo, pero se sentía parte de su familia.

Por desgracia, los días también tenían su lado sombrío. Evanna deseaba gritar de desesperación cuando debía atender los cuidados de Magnus. Pero callaba y realizaba su labor como se esperaba de una esposa, por muy insufrible que pudiera llegar a ser su marido.

El dispensario se iba quedando cada vez más vacío, algunos pacientes se recuperaban y volvían a sus hogares, otros perecían y hacían un último viaje al camposanto. Magnus sanaba con lentitud y sus heridas lo mantenían postrado en la cama, lo cual le daba mucha libertad a Evanna y al mismo tiempo hacía que la compañía de su marido fuera tediosa al volverse su carácter irascible. Todo eran quejas y malos tratos sin importarle que los demás pacientes y curanderas pudieran presenciarlo todo.

Evanna se repetía sin cesar el motivo que impedía tirarlo todo por los aires y mandar a Magnus bien lejos: ver a Galahad y cuidarlo desde la distancia, sabiendo como evolucionaba día a día. El pelirrojo seguía inconsciente, aunque los periodos de balbuceos inteligibles y lo que Evanna sospechaba como expresión de los sueños que sucedían en su cabeza, se repetían cada vez con más frecuencia. Ya no se mantenía quieto y calmado en el catre, sino que intentaba girar su cuerpo o movía brazos y piernas buscando una postura más cómoda.

Aquello le recordaba a Evanna las noches que habían compartido juntos. Cuando no hacían el amor el tanaiste caía en un profundo sueño que a veces podía volverse muy inquieto y no paraba de moverse en la cama. Suspiró. Lo que daría Evanna por volver a compartir esas noches en la granja de los Bisset como un matrimonio. Ahora su realidad era muy distinta.

Agradecía al cielo enormemente que Galahad recobrara fuerzas, aunque fuera con lentitud, a la vez pedía paciencia y tiempo para que el pelirrojo despertase antes de que Magnus decidiera volver a Farlane Hoose. Sí, contaba con la ayuda de Beth para retenerlo, pero no sabía cuánto podría durar esa estratagema.

Destino Salvaje | Saga Salvaje IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora