Capítulo 10

670 102 195
                                    

Veamos si Galahad se recupera pronto.

Disfrutad la lectura

Una vez más Evanna le agradeció al doctor su labor. Galahad mejoraba con lentitud y apenas recuperaba la consciencia durante algunos segundos durante un par de ocasiones al día. Pero estaba vivo y su estado no empeoraba, eso le bastaba a la rubia para mantener la esperanza. Sus balbuceos y palabras inteligibles en aquellas ocasiones le daban fuerzas para seguir. Cuidar de Galahad estaba siendo una ardua tarea, sobre todo cuando debían asear y mover su robusto cuerpo. El trabajo en la granja también era agotador. Trabajaba junto a Maeve y Arran de sol a sol. Cada día que pasaba era más duro, pues la guerra avanzaba impune, dejando la pequeña población cada vez más desabastecida y con los precios por las nubes.

Por el momento la granja era autosuficiente gracias al esfuerzo que los Bisset habían puesto en la crianza de animales y en cultivar sus tierras. Los excedentes los vendían para conseguir dinero, pero cada vez más, menos personas podían permitirse comprar los alimentos más básicos. Evanna solo pedía al cielo poder seguir obteniendo los remedios que necesitaba Galahad para su tratamiento. Ella trabajaba como una Bisset más en la granja, poco importaba si limpiaba los establos, ordeñaba vacas, alimentaba gallinas, recogía verduras y hortalizas o se dedicaba a labores domésticas como cocinar, coser y lavar la ropa, incluso había acompañado a Arran al pueblo ayudándolo a vender víveres. Era una rutina fatigosa que unido al cuidado del pelirrojo terminaba por ser extenuante. Lo bueno era que Evanna no tenía tiempo para preocupaciones y por la noche caía rendida, durmiendo enseguida. Así habían pasado ya un par de meses.

Cada vez le preocupaba más que Galahad no recuperara la consciencia, pero el galeno le advertía que debía ser paciente pues el pelirrojo había sufrido una fuerte contusión en la cabeza, aunque aparentemente todo estaba bien. Evanna suponía que Galahad debía haberse golpeado cuando rodaron por el barranco, pero de alguna forma no había dado la cara hasta el día después junto a la fiebre. Tomaba su mano y se llevaba largo tiempo velando al tanaiste, lavándolo, dándole de comer o acariciando su piel mientras le contaba todo lo que había hecho durante el día. No sabía si él podía oírla, pero de alguna forma la hacía sentir que estaban más cercanos si le contaba lo que sucedía a su alrededor. Estaban en verano y el trabajo en la granja nunca acababa con lo cual tenía muchas cosas que decirle cuando se reunía con él en la noche. Le hubiera gustado dormir junto a él, sus costillas ya parecían haber sanado, pero el camastro era demasiado pequeño incluso para Galahad.

Las estaciones avanzaban, era principio de otoño y la guerra persistía. Las noticias que habían llegado a la granja las últimas semanas no eran muy halagüeñas, el conflicto parecía imposible de detener y se auguraba uno de los inviernos más fríos y duros en años. Evanna y los Bisset se emplearon a fondo haciendo acopio de reservas para sobrevivir a las heladas. Utilizó el arco de Galahad para cazar junto a Arran, quien quedó muy impresionado con su maestría. De Maeve aprendió muchas formas de conservar los alimentos que provenían de la granja y el bosque: salazones, embutidos, quesos, mermeladas, mantequillas, encurtidos, ahumar y secar la carne, Evanna nunca había pasado tanto tiempo en la cocina. Todo lo almacenaban en un gran sótano que hacía las veces de bodega. La trampilla para acceder a la habitación se encontraba bajo la alargada mesa de la cocina, bajo una alfombra. Cuanto más llena estuviera más posibilidades tenían de sobrevivir, de modo que se esforzaron hasta su último aliento.

Una mañana de otoño el galeno dio la voz de alarma.

-¡Rápido! - apremio el galeno mientras ingresaba en la alcoba donde descansaba Galahad. - ¡No tardarán en llegar!

El joven galeno se había dejado el aliento, corriendo hacia la granja de los Bisset, para alertar los de que un grupo de Campbell se dirigía hacia allí. Habían pasado por la pequeña aldea, exigiendo víveres y refugio, uno de sus exploradores había conseguido información sobre la morada de los Bisset, la cual parecía la más favorecida del lugar. El galeno se escabulló veloz de sus aposentos y no detuvo sus pasos hasta llegar allí, mientras los Campbell inspeccionaban el lugar en busca de guerreros McGregor. Pero allí no había ninguno, tan solo en las tierras de los Bisset postrado en una cama.

Destino Salvaje | Saga Salvaje IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora