Capítulo 9

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Evanna, por favor, dinos que has encontrado ayuda, ¡Galahad te necesita!

Disfrutad de la lectura.

Apartó las lágrimas de un manotazo mientras sollozaba. Llevaba horas fuera, había andado tanto que la planta de los pies le ardía. No se había perdido pues había marcado la corteza de los árboles con el dirk. Tampoco había sido capturada por el enemigo, había sido sigilosa y precavida. Pero tampoco había encontrado a nadie que pudiera ayudar a Galahad.

Se sentía impotente, desesperada e inútil. Oculta entre unos arbustos, con la cabeza entre sus rodillas, maldijo todo lo que pudo. Debería volver a la cueva junto a Galahad, si no podía encontrar ayuda, al menos tenía que acompañarlo en su enfermedad. Se tomó unos últimos instantes para entregarse a la pena y serenarse. Intentó sosegar su respiración inspirando profundamente mientras en su cabeza aparecía el rostro del pelirrojo de pícaros ojos y sonrisa arrebatadora.

Alzó la vista al escuchar algo que se acercaba a su posición. Agudizó el oído y pudo distinguir el pesado traqueteo de un carro entre la niebla de la mañana. Aseguró el escondite en el arbusto con miedo a que el enemigo la descubriera, a pesar del cobijo de la bruma. Tras la colina sus ojos azules observaron como un par de caballos tiraban de un carro ocupado por un hombre maduro de cabellos plateados. En la parte trasera descansaban troncos que Evanna presumía se convertirían en leña. Llevaba una espada junto a él en el pescante, pero lo más importante es que su tartán lucía los colores del clan McGregor.

No pudo evitar que la esperanza la invadiera, aun así, luchó por llamar a la prudencia, que fuera un McGregor no le aseguraba que no fuera un hombre peligroso. Pero si era la oportunidad para salvar a Galahad, no estaba dispuesta a dejarla pasar. Tomó una flecha y preparó su arco, no podía fallar.

-¡Deténgase! -salió de su escondite apuntando al hombre que le devolvió una mirada sorprendida y algo temerosa. -¡Deténgase o lo atravieso! -insistió tensando la cuerda del arco. Tras unas roncas palabras a los caballos y un tirón de las riendas los animales cesaron su avance. -¿Pertenece al clan McGregor? -cuestionó con autoridad mientras se acercaba. Él con su cara atónita, sin apartar la mirada de Evanna, intentó alcanzar su arma. -No lo haga o esta flecha acabara en su corazón. -lo amenazó, el hombre gruñó sin salir de su estupor.

-¡Por San Andrés! -exclamó con fastidio. -¡Asaltado por una jovencita Campbell! Demonios esas ratas son tan cobardes que mandan a sus mujeres a hacer el trabajo sucio. ¡Esto daña mi orgullo McGregor!

-Ni soy una Campbell, ni pretendo asaltaros, señor. -le informó dejándolo más desubicado todavía. -Pertenezco al clan McGregor, Evanna Farlane. -se presentó como su buena educación le instaba.

-¿Si no va a asaltarme, señorita Farlane, por qué demonios me apunta? -cuestionó molesto.

-Porque no sé si puedo confiar en usted, señor...

-Bisset. -contestó estoico.

-Bien, señor Bisset, necesito su ayuda. -él le devolvió una mirada desconcertada. - No muy lejos de aquí, en una cueva hay un guerrero McGregor mal herido y pienso hacer lo que sea necesario para salvar su vida. -explicó con determinación. -Incluso amenazar a un hombre con ensartarlo.

-¿Por qué debería creerla? Podría ser una maldita trampa. -insistió con desconfianza.

-Porque hablo con la verdad, pero, sobre todo, señor Bisset, porque no le voy a dar otra opción. -sentenció. -Lo obligaré a hacerlo porque no pienso permitir que ese hombre muera. -chilló y le tembló la voz al pensar en el posible fallecimiento de Galahad. Siguió apuntando al señor Bisset, quien parecía tener un debate interno.

Destino Salvaje | Saga Salvaje IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora