Capítulo 14

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Solo les digo que tengan a mano pañuelos mientras leen este capítulo, los van a necesitar :(

Un par de semanas más tarde tuvieron noticias de Galahad.

Cuando Alistair había llegado al castillo junto a Calem, se había lamentado haberse separado de su hermano mayor en un ataque por sorpresa de los Campbell. Desde entonces no sabía nada de él, estaba preocupado también, pero confiaba en Galahad y el grupo de guerreros que se había visto apartado por los Campbell. De hecho, el pelirrojo seguía vivo, aunque inconsciente.

Como si de una broma del destino se tratase, Magnus también había llegado malherido al castillo. Ambos estaban en catres próximos en el dispensario, luchando por recuperarse.

Aunque esto le aportaba a Evanna cierta ventaja. Podía estar en el dispensario velando a Galahad mientras simulaba ser una esposa llorosa por el terrible estado de su marido, cuando en realidad esas lágrimas eran por el pelirrojo.

Galahad había sufrido un golpe en la cabeza que había afectado a su antigua herida de guerra de su ojo izquierdo. El informante de aquella terrible desgracia no había sido otro que Brodick Bisset. Evanna lo había reconocido al instante cuando lo vio cargar a Galahad junto a otros hombres al llegar al castillo. El joven era una versión rejuvenecida de Arran Bisset.

Brodick le había contado a todos que Galahad había recibido aquel golpe tratando de escapar, pues ambos habían sido prisioneros de un grupo de Campbell. Durante su cautiverio al escuchar su apellido Galahad le habló de la relación con sus padres y de lo agradecido que se encontraba con ellos. Desde que recibió el golpe por parte de un Campbell no había vuelto en sí. Brodick se sentía responsable pues Galahad había sido herido tratando de protegerlo.

Evanna escuchó atentamente al joven, que, en una conversación privada, le dijo que le había hablado de ella y de lo enamorado que se encontraba de su persona. El joven se había ofrecido a quedarse en el castillo para custodiarla en pago por el sacrificio de Galahad, pero Evanna lo liberó de aquella intención, apelando a que sus padres Maeve y Arran estarían esperando su regreso. Hacerlos felices a ellos sería el mayor pago que podrían hacerle Galahad y ella a los Bisset.

En cuanto a Magnus, su marido, también había sido prisionero junto al tanaiste. Tenía varias heridas por todo el cuerpo, aunque la más grave era la pierna rota que no le dejaba ponerse en pie. Pasaba mucho tiempo dormido, parecía un cadáver de rostro pálido y delgadez extrema. No se encontraba en buen estado de salud, pero Evanna sabía que la hierba nunca se va del todo, con un poco de suerte él sobreviviría para su desgracia.

Había tenido momentos de lucidez en los que le había alcanzado la mano y tras una sonrisa hipócrita su nombre, cómo un esposo enamorado, provocando que a Evanna se le erizase el vello de la nuca de puro pavor. Pero había tenido que hacer de tripas corazón y actuar cómo la esposa más devota y afligida por el estado de su marido delante de los demás pacientes y las mujeres que los atendían en el dispensario.

Evanna se lamentaba y se pregunta por qué Magnus parecía evitar a la muerte con todo el mal que había hecho y por qué la vida de Galahad pendía de un hilo a pesar de su bondad. Aquellas horas velando al pelirrojo en secreto, le valieron a Evanna para reflexionar y hacer un balance de su vida. Hasta ella llegó uno de los recuerdos más traumáticos que había vivido: el día que conoció a su marido dos años atrás.

Acaba de regresar a casa tras despedirse de Senga para siempre. Nimue, la prima de la que hasta entonces había sido su doncella, le había echado las cartas para predecir su futuro. La predicción de la gitana no había sido muy favorecedora para Evanna, hablaba de terribles cambios en su vida. Pero la rubia seguía creyendo que el hecho de que su padre dejase las apuestas no podía significar nada malo.

Destino Salvaje | Saga Salvaje IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora