Me encuentro frente a ti, embriagada por la atracción que siento. Desde el momento en que mis ojos se posaron en tu clavícula, supe que era un lugar que anhelaba explorar. La forma en que se curva delicadamente, invitándome a morder y besar, es irresistible.
Mis labios se acercan a esa zona, y con una mezcla de deseo y ansiedad, te muerdo suavemente. El placer y el dolor se entrelazan y que me hacen estremecer. Es mi forma de marcarte, de dejarte saber que eres mío y de nadie más. Cada mordisco deja una huella que te recordará que tu cuerpo me pertenece.
Mis susurros se vuelven más intensos mientras mi aliento cálido acaricia tu oído. Te confieso lo mucho que me gustas, cómo cada centímetro de tu ser me atrae de una manera indescriptible. La pasión que arde dentro de mí es incontrolable, y no puedo resistir la tentación de besarte sin cesar.
Mis labios se encuentran con los tuyos, hambrientos de un sabor que solo tú puedes brindarme. Nuestros besos se entrelazan en un vaivén de pasión, y mi sed insaciable busca ser saciada. Cada contacto, cada roce, me hace desear más, hundiéndome en un abismo de éxtasis compartido.
Recorro lentamente tu cuerpo con mis labios, dejando rastros de besos exóticos en tu piel. Cada trazo es una promesa de placer, un tributo a la lujuria que nos consume. Muerdo con suavidad, marcando cada centímetro que atravieso, dejando mi huella en ti.
La intensidad se incrementa mientras nuestros cuerpos se entrelazan, sin límites ni barreras. Mi deseo de morderte y besarte en tu clavícula se funde con tus deseos más profundos, creando una conexión carnal que nos envuelve por completo.
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