En ese instante, él aún se encontraba envuelto en el remolino de la noche anterior, su corazón latiendo con fervor y sus sentidos llenos de amor y deseo. Aunque su alma ardía con pasión, también sentía una mezcla de vergüenza y vulnerabilidad por la intensidad de sus ansias lujuriosas. Era como si estuviera inmerso en un mar tempestuoso de emociones encontradas, donde las olas de la pasión chocaban contra las rocas de la razón. Cada latido de su corazón era un eco del encuentro anterior, un recordatorio constante de esa conexión avasalladora que lo dejaba anhelando más. Se encontraba en un estado de éxtasis y al mismo tiempo de interrogantes, explorando los límites de su deseo y enfrentando sus propias restricciones en la búsqueda de una plenitud apasionada.