Necesidad mutua

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¡Hola! Lamento la tardanza, pero acá está el nuevo capítulo. Es un poco más largo que los anteriores.

Advertencia: Contiene escenas sexuales.

 

     Sobresaltado hasta la médula, William miró hacia arriba aunque ni siquiera era necesario. La intensidad de su aroma hizo que el pecho se le oprimiera; él era real hasta el último cabello.

     ―¡Qué inesperado! Mira que encontrarte justo cuando me voy vacaciones ―soltó Sherlock, que acababa de aparecer por el pasillo. Dejó caer la mano sobre la parte superior del asiento de William y casi rozó su pelo―. ¿Ya ves? El destino nos une siempre.

     Su mente quedó en blanco e hizo cuanto pudo por ocultar las emociones ambiguas que le surgieron.

     ―Holmes, ¿qué clase de juego es este? ―intervino Louis, inclinándose sobre él para mirar al hombre con una mezcla de confusión y molestia. Sin embargo, no esperó a que le contestara y enseguida se dirigió a su hermano―. ¿Tú sabías que vendría?

     ―A mí también me sorprende ―dijo. Sabía que tanto él como Moran (el cual vigilaba las acciones de Sherlock desde su asiento, en la fila del otro lado del corredor) creerían en sus palabras. No importaba que fuese una verdad a medias.

     Cruzando las manos sobre el regazo, se volvió hacia su novio y le dedicó una fría sonrisa, sin apenas abrir la boca. Este ni siquiera parpadeó.

     ―El destino no tiene nada que ver con esto, señor detective. Y usted ni siquiera es asiduo a salir de casa.

     ―Yo salgo cuando tengo un buen motivo, eso también lo sabes ―dijo levantando un dedo, y luego se rio―. E imagino que tú también tienes unos cuantos para partir a... ¿Cluj-Napoca? Al menos el nombre suena interesante, no te lo negaré.

     ―Sherly, no vamos a hablar de eso en el pasillo de un avión ―zanjó William antes de que lo envolviese con sus interminables palabras―. Regresa a tu asiento antes del despegue si no quieres accidentarte.

     Sherlock le miró con los labios fruncidos, muriéndose de ganas de decir otra cosa. Pero era como él advirtió: medio minuto más tarde anunciaron por los altavoces que todos los pasajeros debían estar en sus lugares con el cinturón de seguridad puesto. No le quedó de otra que emprender la retirada, aunque no sin antes lanzarle una mirada intensa.

     «¡Liam! Hablaremos al llegar», lo pensó las suficientes veces mientras se alejaba para que William lo oyera.

     ―Ese hombre no aprende ―se quejó Louis con un resoplido; no dudaba de que también lo hubiese escuchado―. ¿Cómo fue que nos encontró?

     No podía responder a ciencia cierta esa pregunta.

     Solo tenía claro que al elevarse de la ciudad en que vivió durante los últimos 150 años, sintió el corazón ligero. Sherlock en verdad nunca lo decepcionaba.

     El lugar al que se dirigían, Cluj-Napoca, era una ciudad rumana con una gran cantidad de habitantes, según pudo averiguar Sherlock durante las 12 horas previas a lanzarse a aquella travesía. No obstante, apenas fue consciente de que iban a la mítica región de Transilvania hasta que tuvo en mano su boleto. Una experiencia alucinante, sin duda, y como tal su cerebro no tardó en intentar rellenar los huecos del puzle. ¿Los vampiros efectivamente procederían de allí? ¿Era el hermano de Liam el mismísimo Drácula? ¿Viviría en un castillo gótico sobre los Cárpatos? Estas trivialidades mantenían a raya su preocupación por él. Al menos comprobó que se encontraba en buen estado de salud, pero le hubiese gustado encerrarse con él en el baño para conversar. Habría tratado de convencerlo sino estuviese bajo la vigilancia de sus dos guardianes.

La sangre entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora