•••
Al amanecer volvió a la residencia Moriarty para tomar palco en otra jornada de violencia. Después de descansar unas pocas horas, se encontró a Moran, que entraba de forma sigilosa por la puerta de entrada. No había rastro de William, y al menos de momento, tampoco se oían gritos desde el exterior.
—No le ha ha pasado nada, anoche acabó con un par —dijo ante su pregunta respecto a su hermano—. A este ritmo solo necesitaremos otros dos o tres días.
Dos o tres días; en menos de una semana él estaría muerto.
—¿Puedes pedirle que venga cuando eso pase? —inquirió, sin pensar—. La gente se hartará de venir en menos que eso, no será un gran peligro.
Moran, que ya iba camino a las escaleras y frenó al oírle, dudó antes de darle una respuesta.
—Se lo diré, pero no es seguro que acepte. Es mejor que no le avises a Louis aún.
Al desaparecer de su vista, le invadió la intranquilidad. Todavía tenía el deber de acabar con la evidencia entre esas paredes, y citar a William ahí no era buena idea por una decena de razones. ¿Qué es lo que esperaba decirle? No podía correr el riesgo de quebrantar su voluntad cuando estaba tan cerca de su objetivo.
Entonces otro remolino de ideas, opuestas a los ideales que abrazaba, atrajo su atención. Aunque quisiera ignorarlas, en esos momentos de debilidad no contaba con la fuerza para hacerlo. Regresó a su cuarto y, recluyéndose en él bajo llave, se permitió vislumbrarlas una a una. Reconoció la debilidad de su carácter, la necesidad y la pérdida que todos iban a experimentar cuando William se abandonara a la muerte. Jamás sería capaz de tomar su lugar; nunca había pretendido ser un líder.
Buscó el frasco con la sangre de Irene, que guardara en la mesa de noche, y lo contempló largo rato. Tal vez fuera una posibilidad aberrante, pero cada persona dentro de la mansión tenía ya las manos manchadas. Todos habían aceptado de buen grado descender al infierno por el bien de una sociedad más justa.
—Louis —le llamó durante el almuerzo, y tuvo que repetir su nombre para que este levantara la vista hacia él, desde el costado de la mesa. El ambiente era más sombrío que dentro de una cripta—. De existir una manera para evitar que Will muriese, ¿estarías dispuesto a apostar por ella?
Al escuchar tales palabras, fue como si el alma de Louis despertase de su letargo. Lo vio sobresaltarse en su asiento, soltar el tenedor.
—¿Qué posibilidad sería esa? —No levantaba la voz, como si alguien pudiese escuchar, pero sus ojos relumbraban, exigentes—. Por favor, la que sea, compártela conmigo.
—No es algo seguro y es más que probable que iría en contra de su deseo —advirtió—. Aunque no afectaría al plan, al menos hasta su fin.
Tras cavilar unos instantes, Louis se irguió de forma inusitada.
—De ser así, no me quedaré de brazos cruzados. Pienso que tenemos que hacerlo. —Calló, como si recordara algo—. ¿Planeas hacer que escape en secreto y fingir su muerte?
—Tendrás que confiar en mí —dijo, levantándose también—. No puedo decírtelo ahora, no hasta que me asegure de que es viable.
Creyó notar cierto recelo en su mirada, sin embargo, duró apenas un momento. Al siguiente Louis asintió, con la misma vehemencia que mostrara dos días atrás.
ESTÁS LEYENDO
La sangre entre nosotros
FanfictionLuego de superar sus diferencias, el atrevido Sherlock Holmes y el vampiro William entablaron una relación y ahora son felices el uno con el otro. Sin embargo, la vida puede ser eterna pero nunca idílica: el pasado no desaparecerá ni aunque lo encie...