¡Hola! Lamento mucho la demora, estaba listo pero necesitaba editar hasta estar convencida del resultado, y el trabajo me deja cansada. Espero que valga la pena la espera.
Advertencia: sangre, descripciones un poco gráficas.
•••
William se despertó con un sobresalto, una agitación de espíritu que le sacó de la cama antes de que el cielo se oscureciera por completo. En un principio se lo atribuyó a alguna pesadilla, pero pasados unos momentos y recobrada la lucidez, advirtió que algo ocurría fuera de la casa. Un ser humano estaba golpeando la puerta principal de forma insistente al tiempo que llamaba a voces a Albert.
La urgencia en su tono le instó a descorrer la cortina y asomarse por la ventana, que permitía ver el pórtico, para evaluar la situación. Si alguna cosa le pasara a un conocido de su hermano, lo mínimo que le correspondería hacer sería darle aviso. Al ver el rostro del visitante, reconoció en él al joven que un par de veces había acompañado a Sherlock en sus paseos diarios, el chófer esporádico de Albert. Lucía nervioso, no dejaba de presionar su cara contra los cristales laterales de la puerta para intentar mirar dentro. A la vez, sus gritos continuaban.
—¡Señor Albert! ¿Está ahí? Necesito hablar con usted, algo ha pasado hoy y no...
William silenció su voz. Dejó de observar hacia afuera y concentró sus sentidos en precisar la ubicación de Sherlock dentro de la casa. Le llevó medio minuto confirmar que no se encontraba allí; no percibía los latidos de su corazón ni señal alguna de sus pensamientos. Su aroma tampoco flotaba en el aire.
Se calzó los zapatos y salió, en pantalones y camisa desfajada. Por el trayecto hacia el vestíbulo atisbó pequeños rastros de él: cigarrillos en el cenicero, un vaso de agua lleno hasta la mitad sobre un aparador, y un lápiz olvidado en una mesa. Un dolor agudo le laceró el pecho al ver ese escenario estático, helándose sin él.
Al abrir la puerta, el muchacho dio un traspié hacia atrás, como si no hubiese estado justamente esperando que alguien acudiera en su auxilio. William no tardó en notar que tenía un enorme hematoma en la cabeza; llegó hasta su la nariz el olor empalagoso de la sangre bajo los tejidos dañados. Le dio las buenas noches y preguntó qué era lo que ocurría para que estuviese invocando a su hermano con tanto fervor a esas horas.
Y aunque escuchó su respuesta verbal, su mente se la entregó primero.
—¡Han desaparecido! Aunque íbamos juntos por la carretera, el señor Moran, el señor Sherlock y yo, creo que nos estrellamos con algo y luego ellos ya no estaban.
Sintió que una especie de rigidez le subía por el cuerpo. Más allá del relato de aquel hombre que no daba crédito a sus propias palabras, el escenario era claro. Un incidente interrumpió el viaje, y en consecuencia desde hacía horas que Sherlock y Moran estaban en paradero desconocido.
El chófer continuó contándole que había tenido que regresar a pie porque los neumáticos del automóvil estaban desinflados, pero que desde entonces había sido incapaz de contactar con el señor Albert. La casa lucía desolada, y por más que lo intentó en el día, nadie respondió.
—Creí que lo mejor era probar suerte en unas horas —le dijo al final, casi sin aliento—. ¿Me cree usted? Ni siquiera yo sé qué es lo que pasó allí.
William le pidió que mantuviera la tranquilidad. Después solicitó detalles precisos respecto a dónde se dirigían y el emplazamiento del coche. Cuando el muchacho le dio las pistas que necesitaba, cortó la charla y fijó en aquellos ojos su mirada penetrante.
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La sangre entre nosotros
FanfictionLuego de superar sus diferencias, el atrevido Sherlock Holmes y el vampiro William entablaron una relación y ahora son felices el uno con el otro. Sin embargo, la vida puede ser eterna pero nunca idílica: el pasado no desaparecerá ni aunque lo encie...