Retrato

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     Hola, gente, traigo nuevo capítulo. Ojalá les guste y gracias por esperarme!

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     —Adelante, debió ser un viaje agotador —les dijo Albert Moriarty después de estrecharle la mano. Se ubicó a un costado de la puerta abierta para permitirles entrar—. Moran puede traer el equipaje después.

     —¿Por qué yo? —se quejó este de inmediato y señaló a Sherlock— No traeré las cosas de este tipo, que lo haga él.

     —Muestra algo de cortesía con nuestro invitado, ¿qué va a pensar? —Le reprendió con una sonrisa un tanto burlona—. Y no esperarás que Will lo haga.

     Sherlock dirigió la vista hacia su novio; había cruzado el umbral hacia el vestíbulo y miraba el interior de la casa con aire meditabundo, ajeno al pequeño altercado. Le pareció que sus hombros se relajaban al fin.

     Siguió su ejemplo y observó. Como se podía apreciar desde fuera, la iluminación era abundante; se derramaba sobre las altas paredes desde una lámpara de araña que pendía del techo. La sala de estar era amplia y estaba decorada de tal forma que mezclaba lo antiguo con la modernidad. Molduras en los muros blancos; mesitas de cristal con ornamentos encima; una chimenea de mármol; y unos sofás y butacas de terciopelo la ocupaban, con el añadido de unas pinturas de paisajes naturales que aportaban un toque de color.

     Debía admitir que distaba de sus ideas preconcebidas.

     —No vives aquí desde hace mucho tiempo, ¿verdad? —dijo Liam de pronto, con una mirada sagaz reemplazando la abstracción—. La casa es nueva.

     —Desde hace unos tres años —contestó Albert, a espaldas de Sherlock—. Les contaré los detalles después.

     Luego de aquello les indicó donde se encontraban las habitaciones y el cuarto de baño, aunque sintió que el aviso era más bien para él. Ni su novio ni Louis dieron señales de moverse hacia las escaleras.

     —Bueno, con su permiso me adelantaré —dijo, rascándose la cabeza—. Creo que sí estoy algo cansado después de todo.

     Liam le dirigió una mirada que interpretó como de disculpa, a la que respondió con un guiño y una sonrisa despreocupada.

     Se fue antes de que alguien dijera algo. Al contrario de lo que el resto tal vez pensase, no era tan desubicado en realidad. Sí, es cierto que lo siguió hasta Rumanía, pero no iba a interponerse entre sus hermanos y él. Tampoco sería inteligente actuar de forma descuidada en la casa de un extraño que además era un vampiro, por muy hospitalario que se mostrara.

     Arrastrando los pies, anduvo por el corredor superior observando las puertas. Aquella casa era demasiado grande para solo dos personas; tampoco creía que únicamente estas se encargaran de su mantenimiento y limpieza. Desde el suelo de cerámica hasta el techo, todo lucía inmaculado, sin una mota de polvo. Abrió la tercera del lado derecho, la cual le indicaron que podía usar, y se encontró con una habitación espaciosa cuya cama le recordó a la del hotel que abandonaron hace poco. Tomó asiento a los pies y se dispuso a asimilar los últimos acontecimientos.

     El hermano mayor de Liam, Albert, parecía un tipo afable y de modales tanto o más refinados que los de su novio, pero debía existir algún motivo de peso para que él estuviese incómodo en su presencia. Hasta donde tenía conocimiento Sherlock, no se veían desde hace más de un siglo, lo cual no era poco para los humanos pero tal vez no fuese nada para seres como ellos. En cualquier caso, imaginaba que debía haber algún motivo en específico por el que ese hombre les invitó a ir hasta allí en lugar de visitarlos en Londres. Consideró probable que al terminar la charla, su pareja fuese a darle algún tipo de noticia al respecto.

La sangre entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora