oiv. capítulo cuatro

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La frustración invadió a Fer al darse cuenta de que había dejado escapar la oportunidad de confesarle sus sentimientos a Ainhoa. ¿Volvería a tener una ocasión tan perfecta como esa? Se le ocurrió entonces un plan para alargar el tiempo que estarían juntos.

―Oye, Noa―le propuso con una sonrisa forzada―. ¿Te apetece ir a mi casa? Pedri ya habrá regresado de su entrenamiento y estará encantado de verte.

Ainhoa sonrió con entusiasmo. Le fascinaba la idea de pasar la tarde con su mejor amigo. El mundial de Qatar les había robado mucho tiempo juntos en los últimos meses. Además, le atraía la posibilidad de estar más cerca de Fer, aunque no tuviera claro qué sentía por él.

―Claro, me parece estupendo―respondió―. Vamos a tu casa.

Fer sintió un alivio al escuchar su respuesta y se apresuró a saldar la cuenta del café. Salieron del local y caminaron hacia su coche, intercambiando comentarios banales, pero con una corriente eléctrica que vibraba entre ellos. Ambos eran conscientes de que en la cafetería habían dejado algo más que el dinero: una conversación inconclusa que los atormentaba.

Al llegar a la casa de Fer, este le abrió la puerta con una sonrisa y la invitó a entrar. Ainhoa cruzó el umbral y se quedó petrificada al ver quiénes ocupaban el salón. Allí estaban, junto a Pedri, sobre el sofá, Gavi, Eric García y la tal Gaia con la que Ainhoa casi se lía a tortas en la fiesta. Los tres la miraron con la misma sorpresa que ella.

Ainhoa no sabía a cuál odiaba más. Si a la hermanita del machista de Piqué, que era una engreída y una vergüenza para las mujeres. García, un donjuán sin escrúpulos ni respeto. O el arrogante de Gavi, que esa misma mañana había tenido el descaro de pedirle una disculpa por un lío que él había provocado.

El sonido de los narradores del Fifa le taladró los oídos. Había bolsas de patatas vacías sobre la mesa y mandos de consola enchufados al televisor.

―Fer, Ainhoa―los saludó Pedri con una sonrisa forzada, levantándose de un salto―. Qué alegría que vinieras, Noa.

―Sí―replicó ella con sequedad―. La alegría es toda mía.

CONTRAATAQUE ━━ pablo gaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora