« real life / social media »
➣ Donde Ainhoa es una futbolista consagrada, abiertamente feminista y no soporta a cierto jugador del barcelona.
O
➣ Donde Gavi es un jugador del barcelona, dispuesto a ganar títulos con...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
GAVI
Desde el instante en que mi corazón eligió amarla, estaba consciente de los desafíos que enfrentaría, sobre todo cuando ella decidió cerrar la puerta a mis sentimientos. Pero eso nunca me detuvo.
Para mí, esos riesgos no disminuían mi determinación. Incluso en una multitud, mis ojos siempre la buscaban a ella. Querer a Ainhoa Luján se había convertido en la experiencia más sublime de mi vida, desde aquellos inocentes once años hasta el umbral de mis dieciséis, y mi corazón seguía eligiéndola, día tras día.
Con el paso de los años, nunca encontré el valor para confesarle que aquel incidente que nos distanció de niños fue solo un malentendido, uno alimentado por el desafortunado consejo amoroso de mi amigo Fermín. En su momento, parecía una estrategia infalible, pero solo sirvió para crear una brecha entre nosotros.
Decidí entonces que, si no podía tener su cariño, al menos tendría su atención. Así que seguí buscándola, provocándola, asegurándome de que mi presencia fuera algo imposible de ignorar en los pasillos de la Masía. Prefería su desdén a su indiferencia, porque incluso en su mirada de desaprobación, había un reconocimiento, una chispa que me decía que aún significaba algo para ella, aunque fuese en forma de rivalidad.
Esa diminuta esperanza que guardaba celosamente en mi pecho fue la que me impulsó a levantarme esa mañana con una determinación renovada. Era el día de Sant Jordi, una fecha donde las calles de Barcelona se llenan de libros y rosas, y los corazones se abren al amor. Hoy, decidí, sería el día en que le confesaría a Ainhoa lo que había estado anidando en mi alma durante todos estos años.
Con una rosa roja en la mano, el símbolo de pasión y valentía, caminaba por los pasillos de la Masía, cada paso resonando con la mezcla de nerviosismo y esperanza. La fragancia dulce y terrosa de la rosa parecía calmar mi inquietud, recordándome que este gesto era más que una tradición; era un emblema de mis sentimientos más profundos.
