Capítulo quince

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—Por favor, Givenchi. Sé que el desastre de hoy fue mi culpa, pero por favor, danos otra oportunidad—le rogué a mi rígido profesor de química y biología, casi denigrándome a mí misma poniéndome de rodillas y enarcando un gesto de perrito mojado que a él ni le inmutaba. Su cara era específicamente la de un hombre siendo molestado por una mosca.

Me pregunto por qué nuestro odio es tan mutuo.

Sin embargo, aquí me hallaba. Patética y suplicante por una mínima calificación.

¿Ésta vez sí me recibiría el vodka que la otra vez me rechazó?

«Juno, no te arriesgues a que llamen a tus padres de nuevo»

—Me consta que eres la culpable, ¿crees que no te vi? Nunca oyes nada de lo que se te dice—se cruzó de brazos levantando una ceja canosa—. Eres un caso, Juno ¿Acaso no sabes de una palabra llamada cuidado, o atención?...

—¡Ajá, lo sé! ¡Todo el mundo me lo repite, jod...!—apreté los labios cortando la grosería que estaba a punto de decir cuando Givenchi alzó las cejas con impresión y a la vez molestia—. Bien, olvídelo. Sólo ésta oportunidad y ya es la que le pido, ¿sí?

—Dame una razón para permitirte repetir el trabajo.

Dirigí mi mirada al suelo bien ansiosa. Lo sabía. Estaba jodida.

—¿Soy muy linda?—sonreí incómoda como si fuese una niña pequeña.

Él negó con la cabeza.

—Hablo en serio, señorita Gosselt.

—Bueno, quiero mejorar éste último período de clases ¿bien? Seguramente no pueda entrar a la universidad que quiero por las notas del asco que tengo. Quiero realmente ser mejor en algo, lo admito—Givenchi me contempló, aun escéptico—. Le jodí la nota a mi compañero y sé que tampoco se lo merece. No quiero que quede así ni tampoco sentirme así de estúpidamente culpable. Por favor, Givenchi. Ni Janviére ni yo merecemos como tal estar reprobados.

—En realidad tú sí, y mucho—me contuve de no entornar los ojos e insultarlo—. Pero de cualquier modo... está bien. Lo hago sólo porque sé que el señorito Arceneaú es realmente un genio cuando a esto refiere, y no se merece este manchón en sus notas—él se descruzó de brazos y se sentó en su escritorio a hojear papeles—. Quiero un ensayo completo sobre Compuestos Nitrogenados y todos los aspectos que ello incluye, para el lunes. No te doy más tiempo.

No pude evitar sonreír agradecida. Seguro Janviére no se esperaba esto de que tuviésemos otra oportunidad para arreglar mi fiasco.

—Gracias, gracias, gracias—tomé rápido mi bolso y me lo colgué del hombro, Givenchi ni reparó en mí y volvió su concentración a los papeles. Me giré sobre mis talones en el umbral de la puerta sólo para darle a Givenchi la única sonrisa enorme que vería de mí dirigida a él—. ¡De verdad, gracias! ¡No lo decepcionaré!

Él chistó los dientes e hizo un ademán con la mano para restarle importancia.

—Sal de mi vista antes de que me arrepienta—escupió con su habitual voz desdeñosa y agria, capaz de quitarle de sopetón la sonrisa a cualquiera.

Sin embargo mi sonrisa no se borró aun mientras cerraba la puerta.

Aunque para mis adentros ese viejo seguía siendo un imbécil decrépito y amargado.

Pero bueno, el día quizás está mejorando.

Salí con ánimos renovados, ondeando mi nuevo corte de cabello a todos los idiotas envidiosos del instituto, mientras que unos que otros volteaban a ver mi nuevo look. Sonreí triunfal y vi la cabellera anaranjada de Janviére alzarse por encima de las demás que se arremolinaban en los pasillos. Me agradaba mucho que fuese así de alto; pues era menos difícil de buscar.

Quien quiere su mano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora