Capítulo trece

126 13 8
                                    

Los alumnos se colocaban encima las batas de experimento y las gafas de laboratorio con monotonía. Janviére se había soltado con suavidad de mi agarre, y se había dispuesto a ponerse también la ropa de seguridad de química. Apreté los ojos cuando supe que hoy era día de prácticas y me tranquilicé con un mantra de que hoy no iba a hacer ningún desastre y que sería un día happy y sin complicaciones, además, tenía al responsable de Janviére como compañero de trabajo. No podía ocurrir nada terrible, ¿o sí?

Tragué grueso cuando un compañero me tendió mis gafas y mi bata, y yo las miré en mis manos como si fuesen ratas muy peludas. Sí, tenía miedo.

El mismo profesor de biología, el señor Givenchi, daba también las clases de química, lo cual no me agradó cuando lo vi. Recé a Dios y a los santos para que no sucediese nada malo, pues mis sensaciones hasta ahora no eran muy buenas.

—Bueno, clase, hoy elaboraremos un sencillo experimento explosivo—juntó sus palmas Givenchi, con confianza y una macabra sonrisa coronándose en sus labios, mientras nos veía a todos por encima de los lentes, noté de inmediato que sus intenciones no eran lindas—. ¿Les agrada la idea?

La clase soltó un escueto «sí» aunque yo no hacía más que temblar como gallina. La palabra explosivo no me hacía gracia.

Me senté junto a Janviére en silencio y él me contempló un momento, hasta que frunció sus no muy pobladas cejas con intriga.

—¿Pasa algo?

Yo negué con la cabeza y riendo nerviosamente.

—Claro que no.

—Bien, como les decía...—continuó Givenchi carraspeando, haciendo al salón callar—. Trabajaremos hoy con un muy fácil e inofensivo experimento de bicarbonato, vinagre, sulfato de magnesio, cloruro de potasio y yoduro de plata. Ah, y algo de agua hirviendo—volvió a sonreír, mirando en mi dirección, como burlándose de mi cara en blanco, con ese rostro maléfico que parecía ya predecir lo horrible que me la iba a pasar—. Pues clase, como verán, el sulfato de magnesio causa diversas reacciones al entrar en contacto con el vinagre, cuando en éste caso se encuentra con el cloruro de potasio y el yoduro de plata, las composiciones se mezclan y comienzan...

Todo lo que hablaba sonaba como una canción muy mala de Nicki Minaj en mi cabeza.

Creo que hasta imaginé al profesor Givenchi bailando "Anaconda"...

Los genios del salón resoplaron y se quejaron de lo fácil del asunto.

Igual que Janviére que puso los ojos en blanco con fastidio como si le estuviesen intentando enseñar el abecedario.

Suspiré porque me sentía demasiado pequeña e indefensa frente a todos esos malditos prodigios de la ciencia.

No hacía falta que el profesor explicara, parecía que la cosa era demasiado sencilla ya que todo el mundo ya procedía a elaborar sus experimentos como si prepararan sándwiches.

Me provocó un sándwich...

—Admiro tu capacidad de concentración—alzó una ceja Janviére, mirándome entre serio y divertido, señalando con el dedo el garabato vago de un sándwich homosexual y sonriente en mi cuaderno.

Me encogí de hombros algo avergonzada.

—Tengo hambre y no entiendo nada, ¿qué esperabas?

Me observé las uñas y me convencí que necesitaba una manicura nueva. Miré a los lados y Janviére anotaba con aburrimiento cosas en su cuaderno, con su envidiable y perfecta caligrafía, que aunque era trazada con pereza definitivamente seguía siendo en exceso elegante.

Quien quiere su mano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora