Capítulo 25

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Zoey. 

Me llamaron de una veterinaria, no me acordaba de haber dejado mi información ahí, pero al llegar al lugar, recuerdo lo mal que me cayó la recepcionista. Esta vez me recibió de forma neutral y se dedicó a hacer su trabajo, habían muchas personas con sus mascotas esperando a ser atendidos. Esperé cerca de una hora hasta que pude pasar a la oficina para mi entrevista y verificación de datos si es que deciden contratarme. 

—Muy bien, Zoey —sonríe Stephen ordenando los papeles que tiene sobre el escritorio y luego me mira— ya tenemos la información necesaria y eres perfecta para el puesto, empiezas mañana.

Agradecí cordialmente y me llevo conmigo los documentos correspondientes, me agradó la pequeña charla que tuve con el que desde mañana será mi jefe, es muy amable y al salir de su oficina junto a él, rápidamente se unió al gran trabajo que tenían en la veterinaria. 

Zane me llama para pasar el resto de la tarde juntos y fuimos a ver el atardecer a la playa mas cercana. 

—Hoy vine con provisiones —dice abriendo su mochila y sacando unos snacks— también un poco de humo relajante, por si deseas —señala la cigarrera, que claramente no contiene nada de tabaco en ella. 

—Creo que ya es hora —me burlo— han sido semanas frustrantes y no consigo que me actualicen la receta médica de mis pastillas para dormir. 

—Genial, solo un poco —enciende uno de los porros y me lo pasa luego de darle una calada— tómalo con calma. 

—¿Cómo un cigarro? —le doy una larga calada y suelto el humo lentamente. 

—No —me lo quita y se burla— con más calma, puede que al principio no sientas nada y quieras darle más caladas, pero no. Luego el efecto te sube de golpe y no quiero que te asustes. 

—Entendido —sonrío. 

Me lo dio otra vez, pero solo me hizo darle otra calada, me dijo otra vez que me lo tomara con calma y poco a poco, sentía como mi cuerpo se relajaba. La sensación de que iba flotando sobre el mar se apoderó de mi y los colores del atardecer se hacían más llamativos de lo que solía recordar. Los sonidos de las olas del mar se escuchaban más fuertes que nunca. Hace mucho mi cuerpo no se relajaba de tal forma que dejé de sentirme alerta a cualquier cosa que pudiera suceder. Los pensamientos desordenados y abrumadores dejaron de flotar por mi mente. Me sentía dueña de mi propia mente otra vez y poder pensar en una sola cosa y no todo al mismo tiempo, me generaba cierto placer. 

No sé cuánto tiempo pasó, desde que estuvimos ahí, pero yo sentí que pasaron horas y que el atardecer duró muchísimo. Cuando el cielo ya estaba oscuro, me dio un hambre inexplicable y miré confundida a Zane. 

—Es normal —se burla— toma, come estas mientras vamos por una pizza —recibo la bolsa y la abro rápidamente al ponernos de pie. 

—Esto no me va a durar nada —pienso, pero luego caigo en cuenta que lo he dicho en voz alta— lo, siento, no me puedo callar. 

—Descuida, aquí tienes otra —me da mas papitas intentando contener la risa. 

Caminamos lo que parecía una eternidad, pero solo fueron cinco calles, según Zane. A medida que íbamos comiendo, sentía que mi estómago no se llenaba. Pero conforme pasaba el tiempo, me di cuenta que el efecto de la droga iba disminuyendo y me daba un sueño terrible. Me acompaña a casa, para asegurarse que no me duerma en el bus y al llegar, pude dormir sin problemas, no escuché si mis padres discutieron o no y me da igual.

Por la mañana volví a sentirme abrumada por la sobriedad y me molestó más de lo que creía, era mi primera vez  al sentirme así, puede que con las pastillas haya pasado algo similar, pero no tan molesto como ahora. Salgo de mi habitación y sorprendentemente mis padres no están discutiendo como todas las mañanas, toman su desayuno en silencio, cada uno mirando a un punto fijo, sin mirarse entre ellos. 

—Es muy extraño tanto silencio —digo al sentarme con mi café mas cargado de lo usual. 

—Puede que llegue a ser algo habitual —dice mi papá y mi madre se pone de pie a medio desayuno y el silencio incómodo se adueñó del lugar.

No hice nada más que terminar mi bebida e ir directamente a la universidad a entregar unos trabajos, para luego ir a la veterinaria. Fui asignada a apuntar todos los ingresos y acomodar en orden alfabético los registros que llevan en el año, son muchos, pero debo hacerlo y veo que eso me va a llevar mas tiempo del que creí, cuando tenia que revisar cada uno y verificar que estén en la computadora y si no lo estaban, tenia que subir toda la información manualmente. 

—Veo que vas bien —dice Stephen al entrar al pequeño archivo. 

—Gracias, pero aun no termino la letra B y todas las letras del abecedario —me encojo de hombros y continúo tachando los nombres que ya registré. 

—Descuida, lo lograrás —sonríe— es hora del almuerzo, vamos. 

Lo miro un poco dudosa, pero su sonrisa seguía intacta tras los segundos que tardé en ponerme de pie y seguirlo hacia el pequeño comedor que había al final del pasillo. Del pequeño frigorífico saco el sándwich que me dio tiempo de hacer por la mañana y lo meto en el microondas. 

—¿Solo vas a almorzar eso? —me mira dudoso.

—Es lo único que me dio tiempo de preparar —miro los segundos que le faltan a mi almuerzo. 

—Tienes suerte —dice y no entiendo a lo que se refiere— he pedido pizza y no tengo problema en compartirla —continúa al no recibir respuesta de mi parte— si tú quieres, claro. 

—Eso estaría genial —sonrío y el microondas llama mi atención, con el sonido de que ya terminó de calentar lo que tiene dentro. 

Pasaron unos minutos y la pizza llegó, almorzamos entre risas y realmente me sentí cómoda con su presencia, me contó que tiene veintinueve años, sus padres también se dedicaban a lo mismo y decidieron fundar su propia marca de veterinarias cuando él a penas tenía tan solo diez años. Ahora ellos están retirados y Stephen tomó el control total de todas las sucursales que tienen, que son siete, repartidas por todo el país. 

Llegada mi hora de salida, veo mi celular y tengo varios mensajes de Zane preguntándome en donde estoy y si quería pasar el rato como el día anterior. No podía negarme a tal oferta y nos encontramos en un punto medio. Se siente bien pasar el rato con él y un poco de sustancias que me modifican mi percepción de mi realidad por un rato, aunque las voces en mi cabeza me dicen que no esta bien, se callan después de un rato.

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Ben & ZoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora