Capítulo 7

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Mi cabeza me duele como hace mucho no lo hacía, me siento muy incómoda con la ropa que traigo puesta y la cama en la que me encuentro es muy blanda para ser la mía. Me pongo de pie y con dar una mirada al rededor, me doy cuenta que estoy en la habitación de Ben. Mi estómago ruge y esa es la señal que me hace correr al baño. 

Tras casi haber devuelto hasta mi estómago, me pongo de pie y me echo agua en la cara, intentando recordar lo que había sucedido anoche. Tengo imágenes muy borrosas, algunas no cuadran con otras y la resaca no me da oportunidad de pensar como quisiera. 

Salgo de la habitación de Ben y veo a mi mejor amigo sentado en el comedor, junto a muchos papeles sobre la mesa. Intento preguntar qué es lo que sucede, pero noto que está en una llamada cuando lo escucho hablar. 

—Sí —nota mi presencia, cuando esta escuchando la respuesta de la otra persona—. Claro, llámame para  cualquier cosa que necesites ¿sí?

Voy a la cocina por un vaso de agua y lo que sea que tenga Ben para la resaca. Luego de tomar un efervescente para las náuseas, busco algo para el dolor de cabeza y solo encuentro muchos frascos de pastillas, estuve cerca de leer lo que eran, pero mi mejor amigo me interrumpe.

—Hey, ¿Te encuentras bien?

—Sí, solo es estoy buscando algo para el dolor de cabeza —me encojo de hombros— pero solo encontré estas pastillas.

—Espera —me quita el frasco que tenía en la mano y cierra el cajón que tenía abierto, para abrir el que estaba debajo—, toma, esto te ayudará.

—Gracias —sin pensarlo dos veces, tomo la pastilla y voy al sofá más cercano, Ben me sigue.

—¿Recuerdas algo? —dice al sentarse a mi lado.

—Todo muy confuso —me burlo, pero la acción me intensifica el dolor de cabeza—, estuve bebiendo como siempre, procuré no hacer mezclas desastrosas, pero supongo que se me fue de las manos.

—No es eso —se ríe—, estuviste muy bien, pero tus sentidos no te ayudaron mucho.

—No entiendo, tampoco el momento en donde mis piernas no me respondían —miro al suelo— eso no pasa desde...

—Desde que bebiste y te drogaste al mismo tiempo, hace un par de años —completa la frase por mi.

—Me ofrecieron una pastilla en la fiesta —busco entre mis recuerdos haberla tomado, pero no— me la estaban vendiendo y no la acepté, sabes como me ponen esas cosas —pongo los ojos en blanco.

—Sí, me di cuenta —posa una mano sobre mi hombro— sabía que no ibas a aceptar, pasada una hora, todos a mi alrededor estaban con el efecto de esa droga y me preocupe por ti, Tory se dio cuenta de lo que estaba pasando. Me dijo que llegaron personas que no conocía y llamó a la policía.

—¿Qué?

—Cuando estaba escuchando a Tory, que no fueron más de dos minutos, al regresar la mirada hacia ti, te veo bebiendo de un vaso que te dio el chico con el que estabas bailando —niega con la cabeza— ya hemos hablado de eso miles de veces, Zo.

—No debes recibirle nada a extraños —decimos al unísono.

—Lo sabes y aún así lo hiciste.

—Lo lamento, pero estaba confiada de tu cercanía y él se veía agradable.

—En fin, cuando el tipo se va al baño, fue mi oportunidad para sacarte de ese lugar lo más rápido que pude —suspira— pero antes de subir al auto, vomitaste todo y eso me dio un poco de alivio.

—Pero ya me había hecho efecto, no recuerdo nada —pienso en las luces azules y rojas—, llegó la policía.

—Sí, cuando estábamos a dos calles de la fiesta, la policía estaba llegando.

—¿Quién estaba al teléfono?

—Era Tory, me estaba dando los detalles sobre cómo terminó la fiesta.

—¿Qué hora es? 

—Son las... —mira la pantalla de su celular— las dos de la tarde. 

—¡Las dos! —me pongo de pie rápidamente, pero el mareo, junto con el dolor de cabeza, hacen que me vuelva a sentar—tengo una entrevista a las 4.

—¿Piensas ir así? —me mira serio— debes descansar y bajar esa monumental resaca.

—No, con un baño y un par de cafés estaré bien. 

—Esta bien, anda con cuidado y me llamas cualquier cosa. 

—Tendré el celular apagado por un rato —me pongo de pie con cuidado— quiero evitar a Dean, solo espero que no se aparezca por mi casa. 

—Espera —va rápidamente a su habitación y regresa con algo en las manos— tal vez esto te sirva.

—¿Estas loco? —me burlo al sostener el gas pimienta— Lo dejaré ciego.

—Solo es temporal y no lo vas a matar —rueda los ojos— Sabes lo imbécil que es y por el momento no te va a dejar en paz, solo espero que no caigas otra vez.

—No lo haré, ya estoy harta.

—Me has dicho eso miles de veces, Zo. 

—Esta es la ultima, lo juro —al escucharme, niega con la cabeza y se burla.

—Te llevaría a tu casa, pero iré a la casa de mis abuelos y probablemente me quede por allá un par de días.

—Diles que les mando saludos y que iré contigo para la próxima visita.

Sin decir nada más, me acompaña a la puerta y con rapidez tomo un taxi que me lleva a casa. Ben es muy unido a sus abuelos, va a su casa cada vez que puede y cuando el ambiente con sus padres es muy difícil. Es muy unido a su familia, tan diferente a mi. 

Tras una ducha un poco larga para mi gusto, un café muy cargado que cuenta como dos, ropa semi formal y unos lentes de sol, estoy lista para otra entrevista de trabajo. Me cuesta creer que puedo pasar de estar un día aislada de todos y al siguiente, queriendo vivir cada minuto de este.

La entrevista fue un desastre y con el pasar de los días empiezo a darme por vencida con respecto a conseguir algún trabajo en una veterinaria. Mis ánimos están por los suelos y no he tenido ganas de quedarme callada cuando algo insignificante me moleta. Eso ha generado que discuta con cualquier persona con la que entablo una conversación, en especial con mis padres. ¡No los soporto! estoy cansada de lo mismo de todos los días, con sus estúpidas discusiones. 

—¡No entiendo por qué siguen juntos, si lo único que hacen es discutir todo el día! —grité saliendo de mi habitación, mis padres se quedan en silencio, mirándome atónitos. 

—Solo discutimos nuestro caso, hija —dice mi padre tras unos segundos que parece horas.

—No puedo estudiar por sus benditos gritos, ¡Estoy harta! 

—¿De donde sale toda esa agresividad? —interrumpe mi madre.

—¡No me cambies el tema!

—¡No uses ese tono conmigo! —responde ella.

No le dije nada, solo le sostuve la mirada por unos segundos, di media vuelta y me encerré en mi habitación otra vez. Eran las 10 de la noche, me resigné a tirarme en mi cama a mirar el techo. Por lo menos, los gritos habían cesado y el silencio reinaba en el lugar. Un café mas, con este son tres en menos de dos horas y música, pude terminar mi trabajo a las 4 de la mañana. 

Y al día siguiente, todo sale tal cual lo imaginé, una mierda. 

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Ben & ZoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora