5. Tabú

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Agus me invita a sentarme en su silla gamer después de hacerme pasar a su cuarto, mientras a mi me parece que en cualquier momento voy a explotar por el rejunte de emociones que tengo.

Siendo honesta, creo que nunca me imaginé entrando acá... o bueno en realidad sí, pero solo como una fantasía lejana que pensé que solo iba a quedarse en lo que era.

Me cruzo de brazos y observo todo, unas luces tenues están por el techo, en una de sus paredes hay dos camisetas enmarcadas, tiene una computadora, un escritorio, una play junto a un plasma frente a su cama de dos plazas y una mesita de luz que en ella carga un velador infantil de Cars que se me hace muy tierno. Sonrío un poco, notando de reojo como el castaño pone sus cosas en el escritorio a la vez que mientras paseo mi vista por todo la habitación, pienso en que si la carta que le envié está acá, guardada, o si ya la tiró porque le dio miedo..., no me sorprendería que la haya convertido en basura, realmente, yo hubiese hecho lo mismo.

—¿Pasa algo, Cata? —me pregunta cuando ve que estoy en silencio, lo miro y niego.

—Nada —miento, me sonríe y corre la silla mientras me acerco a ella.

Estoy un poco nerviosa, pero Agustin me trató tan natural y amablemente que todo eso a medida que me hacía pasar a su casa se apaciguó bastante.

—¿Tenés apuntes del año pasado o algo que te pueda ayudar? —inquiero viendo como su sonrisa perfecta se convierte en una mueca y corre la vista avergonzado.

—No... usé a todo para prender fuego y hacer asado —me dice frunciendo su ceño y yo largo una risa sin querer por lo preocupado que parece. Él se me queda mirando pero trato de no darle importancia en el momento.

—No te preocupes, yo tengo algunos que te puedo dar —murmuro y me siento en la silla procurando que la pollera de mi uniforme no se suba.

Se sienta a mi lado y se acerca completamente, al punto de que si corro un poco más mi pierna se pega a la suya, trato de ignorar eso.

—¿No te molesta? puedo hacer los míos si querés...

Niego mientras abro mi carpeta de apuntes.

—No, toma, estos no los necesito —Agus los toma en silencio—. ¿Empezamos?

Asiente, por lo que me paso la siguiente hora y media explicando sobre el tema que ya tengo más que estudiado. Agustin es inteligente, sin embargo este tema siento que le cuesta bastante y parece que en serio lucha por entender todo. Llega un momento en el que él está leyendo algo, que su pierna toca la mía y se queda ahí, me sobresalto un poco al darme cuenta, sin embargo él parece ni siquiera registrarlo porque sigue con la vista fija en el papel.

—No entiendo —murmura con voz cansada mientras sus ojos se levantan a los míos.

Me alcaro la garganta centrándome de nuevo.

—Dice que la reforma es positiva porque de esa forma cualquiera es libre para votar a quien quieran sin afiliarse —le explico con otras palabras, quizás así entienda.

—¿Y por qué se oponen si es positiva? —pregunta con el ceño fruncido mientras ojea de nuevo el texto.

—Porque así los partidos chicos no podrían continuar como partido nacional si no consiguen el mínimo de los votos, que es el dos porc... —me detengo cuando noto que cada vez parece más confundido, al menos la primera parte del tema entendió y creo que con eso estamos bien, total todavía hay tiempo para aprender lo demás—. ¿Querés que cortemos acá hoy? —pregunto, no quiero agobiarlo.

—Sí, por favor —deja el papel y yo asiento. Tomo mi mochila del piso y cierro mi carpeta para ya empezar a guardar mis cosas—. ¿Qué haces?

—Guardo todo, para irme —no lo miro, sé que si lo hago algo estúpido va a pasar por mi mente al tenerlo tan cerca. Su pierna se mueve de arriba a abajo al lado de la mía de forma ansiosa, causándome un escalofrío por la espalda.

Cartas | Agustin GiayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora