3. Obsesión

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Agustin

Dejo la carta en mi escritorio escuchando como la pelota de mi amigo golpea el techo con poca fuerza.

—¿Vas a dejar que yo la lea? —me pregunta Jonathan y enseguida, como si fuera un robot que está siendo controlado, niego—. ¿Por qué?

Carraspeo la garganta.

—Porque... así son las reglas del juego —digo con voz tomada sin girarme a mirarlo.

La pelota sigue rebotando, está acostado en mi cama, mientras yo ruego internamente que se vaya lo más rápido posible de mi habitación.

—No seas gil, ¿qué te va hacer mostrarme a mí?

Cruzo mis brazos encima de mi falda y me giro con las rueditas de la silla para enfrentarlo. Espero que no baje la mirada porque si lo hace se va a encontrar algo que no le va a gustar.

—¿Vos me dejarías leer tu carta? —le pregunto mientras siento que empiezo a transpirar un poco.

No creo que la carta de él sea una descripción gráfica de cómo le gustaría que le metan los dedos, pero quién sabe.

—Sí, es más, creo que hasta ya descubrí quien es y todo —dice mientras sigue jugando, poniéndome más nervioso.

—¿Quién es? —trago saliva aunque tenga la boca seca, necesito distraerme.

—Marco, porque la imprimió y me la mandó así —se ríe—. Además que puso sus iniciales como pista. Es un pelotudo.

—Y eso que le dije que le pusieran onda... —digo.

—Solo vos le vas a poner ganas a eso. Pero yo ya te dije, decíme vos ahora —me pide—. Necesito saber porque estas todo colorado y raro.

Vuelvo a negar y enseguida veo como suspira pesadamente.

—Tengo que ir al gimnasio en menos de quince minutos, Jona —evito el tema con algo que sé que va a funcionar.

Hace mala cara y se levanta de la cama.

—Me voy entonces.

Asiento mientras evado sus ojos, no quiero que saque ninguna conclusión ni nada por el estilo, porque estoy seguro de que si me ve más de cerca va a saber enseguida.

—Dale, cerrame la puerta cuando salgas —digo y después miro de reojo cómo se dirige hacia ella y como antes de salir por completo, me hace fuck you con su mano.

Largo un suspiro pesado dejando mi cabeza caer hacia atrás cuando la puerta ya está cerrada. Estoy tratando de concentrarme para no hacer cagadas, porque tengo la pija a mil por hora y estando en este estado no puedo pensar con claridad las cosas.

Me giro con la silla y vuelvo a agarrar la carta rosa con las manos.

Tiene linda letra, buena ortografía y encima de todo, sabe ponerme como quiere.

Cuando propuse el juego, pensé que solo era para pasar el rato y para que el último año no fuera tan monótono y repetitivo como los demás, pero cuando la carta llegó a mis manos con un perfume exquisito y con todo eso escrito, me sorprendió y mucho.

Ojalá pudiera decir que para mal, pero el problema en mis pantalones no piensa eso.

Desdoblo el papel de nuevo y antes de empezar a leerla miro mi celular, 16:30 de la tarde. Fue mala idea leerla a esta hora, demasiado temprano.

Ni siquiera hay una pista en concreto, solo sé que es mujer, un número, el 2 específicamente, y un beso con pintalabios rojo al final de la carta.

Mis ojos suben al inicio del papel por más que haya mil alarmas en mi cabeza que me dicen que no lo haga y que siga con mi vida.

Cartas | Agustin GiayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora