15. Arrebatos

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Agustin

Jonathan se sienta frente a mí cuando el timbre del recreo toca por la escuela. Después de dos horas de economía se siente un alivio inmenso, la verdad.

—¿Qué pasa? —pregunto cuando veo la mueca de preocupación que tiene. Se encoge de hombros.

—Nada —me dice, pero sé que es mentira.

—¿Qué pasa, Jonathan? —insisto con voz más grave, mientras me esquiva la mirada.

Niega y se apoya contra la pared que tenemos a un lado, con las cejas fruncidas. Entonces, cuando estoy a punto de insistir por tercera vez, aparece un destello rojo a un lado de nosotros y habla antes que yo.

—Está enojado porque la del kiosco le dijo que era muy nene para ella y no le quiso pasar su Instagram, Giay —me dice y me giro para mirarla.

Sonrío por instinto.

—¿La del kiosco?

—La que empezó a trabajar hace poco —me dice Key y corre el banco de mí para acercarse por ahí y ganarse a mi lado—. ¿Puedo? —me pregunta y sé a lo que se refiere cuando mira mis piernas y las señala.

Ni siquiera llego a contestarle, porque ella toma mi silencio como un sí y se sienta en mi regazo, como si nada. Largo un suspiro cuando se empieza a acomodar a propósito encima de mí.

—Manejate vos —le dice mi amigo mirándonos de reojo.

Yo sigo en silencio porque no sé como hacer para correrla de acá y lograr a la vez que no suene tan brusco. Me propuse superarla y esta vez, se supone que de verdad, por lo que no puedo permitir que siga pasando esto. Por más que ella me siga encantando, sé el mal que me hace tenerla cerca.

Keyla se ríe y abre su paquete de gomitas para empezar a comer de ella, ajena a todo.

—Obvio, si es todo mío —habla despreocupada y con un aire de grandeza que me deja mal sabor de boca.

Me aclaro la garganta y pongo las manos lejos de su cuerpo, a los costados de la silla, todavía craneando una excusa en mi mente.

—¿Tuyo? —inquiero frunciendo las cejas.

La pelirroja me mira con una sonrisa y asiente.

—Sí, sos mío, Giay. ¿No? —cuestiona mientras eleva una ceja. Sé que quiere que le conteste, solo para que su ego suba más y vuelva a verificar –una vez más– que sigo bajo sus encantos.

Me aclaro la garganta, un poco incomodo.

—No, enfermita —masculla Jonathan salvándome de esa pregunta—. Dejalo en paz, si el wachín anda atrás de otra ya...

Lo miro con los ojos abiertos enseguida y él me ignora desafiando con la mirada a Keyla. Hoy es uno de esos días en donde los dos se llevan mal.

—¿Cómo? —empieza la pelirroja y sé lo que se viene, por lo que niego frenéticamente—. Agustin decime que es mentira...

—No ando atrás de nadie, basta —le digo mirándola, está con las cejas fruncidas, demostrando disconformidad ante las palabras de mi amigo y las mías.

Se acerca más a mí pasando sus brazos por mi cuello y moviendo sus piernas y torso hacia un costado.

—¿Estás seguro? mira que agarro de los pelos a la que sea con tal de...

—Te dije que sí, Key —le digo y miro a Jonathan—. Te está jodiendo, sabes como es...

La pelirroja parece pensarlo mejor y cuando me cree, (porque, aunque no se lo confirme, se da cuenta que estoy detrás de ella todavía), le nace una sonrisa en el rostro y se acerca a mí, dejando un beso muy cerca de mi comisura, con entusiasmo. El cuerpo se me pone tenso, a la misma vez, que sin poder evitarlo, el corazón me empieza a latir fuerte, por lo que corro mis ojos de ella, y es en eso que mi vista va hacia el otro lado del aula por mero instinto. Entonces veo como Cata se levanta de su banco con la mirada fija en la puerta y sale por ella, pareciendo bastante seria, cosa que me llama más la atención y hace que mi cuerpo se regule enseguida, olvidando a mi ex por un segundo.

Cartas | Agustin GiayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora