7. Mean Girls

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—¿¡Vas a Bariloche!? —inquiere a todo volumen Wanda cuando le termino de contar la situación.

Me pongo completamente roja cuando noto que la escuchó todo el curso.

—Wanda... —la reto, tratando de ignorar que varias miradas se posaron en nosotras.

—Ay, sí, perdón, la emoción —me sonríe y se acerca a mí dándose cuenta de lo mismo que yo—. ¿Está decidido entonces? ¿no me vas a dejar en banda?

—Está decidido —digo ambigua haciendo una mueca. Su sonrisa crece—. Mi mamá me insistió para que aceptara porque dice que cuando sea más grande me voy a arrepentir.

—Tu mamá tiene razón —me señala con su dedo.

—No sé —me hundo de hombros—. Siento que voy a estar fuera de lugar yendo ahí...

—Voy a estar yo, no te voy a dejar de lado como pensas —deja un beso en mi mejilla y me abraza haciéndome saber que está emocionada porque acepté ir a Bariloche con ella y con todo el curso.

Me río por la fuerza que usa y se lo devuelvo.

—¿Por qué están tan emocionadas? —pregunta alguien a nuestro lado y reconozco esa voz al instante. Nati.

—Lina va a ir a Bariloche conmigo —le sonríe Wanda a la vez que me sostiene entre sus brazos.

A Nati le cambia el semblante y trago saliva cuando noto que esto no le gusta.

—¿No era que no ibas a ir? —me pregunta mirándome solo a mí.

—Mi mamá y Wanda me terminaron convenciendo... —digo, aclarándome la garganta con nerviosismo.

—¿Por qué vos no vas también? todavía estás a tiempo... —indaga Wan soltándome.

Nati niega inmediatamente y hace una mueca de asco sentándose en la silla del banco en el cual estoy yo sentada.

—No, ni loca. Jamás estaría tanto tiempo con estos ineptos —expresa y automáticamente se pone los auriculares y su música.

Sé para qué lo hace, para que no le hablemos más.

—Dejala —me dice en voz baja Wanda cuando ve que me la quedo mirando.

—¿Le habrá molestado? —susurro.

—No, es normal en ella tirar mala onda todo el tiempo, no te preocupes —hace un gesto con su mano para quitarle importancia—. ¿Nos juntamos a tomar mates hoy? —sonríe cambiando de tema.

Pienso en aceptar pero otro pensamiento se me pasa por la cabeza nublándome todo.

—No puedo hoy, Wan, perdón...

—¿Por qué? —junta sus cejas haciendo un mohín.

—Tengo que darle clases a Agu..., a Giay —me corrijo cuando me doy cuenta de que iba a llamarlo de otra manera.

—¿Otra más?

—Sí... es que no terminamos la anterior... —me rasco la nuca incomoda. Soy muy consciente que a unos pocos centímetros está Nati, que para ella es tema prohibido Agustin, no sé porqué, pero lo es, por lo que no sabe que le doy tutorías al castaño y no me gustaría que se enterara.

—Ah, qué lerdos —hace una mueca—. Y... ¿Cómo te trató?

—B-bien, normal —me río nerviosa, pensar en que estuvimos mucho tiempo a solas charlando me pone en este estado.

Asiente como si ya se lo esperara.

—Es bueno Giay, a mí me cae bien —susurra pasando la mirada hacia Nati para verificar que no la haya escuchado.

Cartas | Agustin GiayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora