16. Amigos

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—¿Cómo?

—Qué me dijo que era re linda —murmuro mientras me llevo una gomita a la boca.

Wanda me mira, emocionada y larga un grito que demuestra la euforia que le da la situación que tuve ayer con Santiago.

—Me encanta. Lo amo. —Aplaude con fuerza llevándose miradas de toda la gente que hay en el patio. Me río avergonzada—. Es para vos, Cata...

—Mhm, no sé. Siento que es lindo y todo, pero no me gusta como... —Como me gusta Agustin—... no me gusta mucho —aclaro rascándome la nuca por mis pensamientos.

Wanda gira los ojos.

—Dale una oportunidad. Yo cuando conocí a Nico tampoco me gustaba como para tener algo con él. Ahora mírame, planeo casarme el año que viene...

—¿Planeas eso? —digo haciendo una mueca.

No dudo que lo haga, Wanda me sorprende todos los días y no veo raro que apenas cumpla los dieciocho corra a casarse con su novio.

—Lo hablamos, pero nah, son exageraciones mías para animarte un poco.

Elevo mis cejas y tomo de mi jugo Baggio. Yo sé a la perfección porqué no quiero nada con Santiago. Es muy buen chico y lindo como dije, pero mi corazón y mi cerebro ahora mismo y lastimosamente pertenecen a otra persona. Una persona la cual probablemente no pasa ni dos segundos pensándome en el día.

—Además... —prosigue Wanda al notar mi silencio—, el primer paso ya lo diste, ni yo sé cómo hiciste, pero te juntaste con él y por lo que me contás, te fue re bien, Lina.

Yo sé a la perfección como hice. Fue un manotazo de ahogado para dejar de pensar al menos un día en Agustin y ver si podía interesarme en otra persona que no fuera él. Spoiler: no funcionó. Solo hizo que mi enamoramiento hacia él se reforzara más. Ahora sé que es el único que no me aburre y que parece pensar más que todos los demás chicos que conocí.

Dios. La tarde que pasé con Santiago me pareció taaan insulsa y aburrida que incluso tuve que fingir que mi mamá me llamaba para irme antes y lo más rápido posible del barcito. Las conversaciones se centraban solo en él, y sólo trataban de lo maravilloso que era ser el mejor hijo de su familia, el mejor promedio de la escuela y todas esas cosas que es según él mismo...

No dije más que diez oraciones cortas en hora y media y probablemente, todo el resto de lo que dije fueron palabras monosílabas que acompañaban lo que Santi hablaba. Obviamente a esto no lo sabe Wanda y no se lo pienso contar, después de todo a ella le cae bien y piensa que gracias a esto Agustin quedó fuera de mi rango de visión, por lo que no pienso discutirlo, ni demostrarle lo contrario. Es lo mejor que me pudo pasar, porque reitero, odio que la gente sepa acerca de mis sentimientos más personales.

—Sí, voy a ver que hago Wan... —digo para que no insista.

Ella me sonríe y cuando está a punto de hablar, alguien se le para atrás llamando mi atención. Mi corazón empieza a latir desbocado cuando veo a Agustin frente a mí, mirándome fijo.

—Wan... —empiezo, pero su voz grave me interrumpe tomándome por sorpresa.

—¿Nos dejas solos un rato Wanda? —dice más serio de lo normal y la rubia se gira ante eso.

—Giay —le dice y cuando parece caer en cuenta de a quién está viendo, frunce las cejas—. Hola, buen día, Giay, no dormimos juntos ¿o sí? —dice sarcásticamente y se levanta del banco enfrentándolo.

—Hola Wanda, buenos días, ¿Me dejas un rato con Catalina, por favor? —habla entonces el castaño, también de forma mordaz.

Pareciera que no está de humor, y se le nota en la cara, pero Wanda no lo repara o bueno, parece más bien ignorarlo y gira su cabeza para buscar mi aprobación. Entonces asiento para que se vaya tranquila.

Cartas | Agustin GiayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora