XVII๑。☆

4 0 0
                                    

Esa tarde la pasamos de la forma en que propuso Demian, pero con un ligero cambio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esa tarde la pasamos de la forma en que propuso Demian, pero con un ligero cambio. Él cantando melodías improvisadas y yo dibujando figuras abstractas que solo en mi mente tenían sentido. Él actuando con esa ingenuidad intencionada que me ponía los pelos de punta, y yo tratando de contenerme en mi locura, de pensar lo más racional que me permitía la situación. Sin permitirme alterar, más bien, sin permitir que se me notara que estaba fuera de mí.

¿Qué era lo que yo sabía? Tenía que poner en orden esas cosas y sentirme de acuerdo a ellas. Demian, sin afirmar, pero sin negar, me había confirmado que él era el Rey. De alguna forma inimaginable, que yo aún no sabía, se había hecho con la corona, con el castillo y con, aparentemente, un reino completo de humanos. Ahora tenía poder, tenía voluntad. Las personas tenían que oír cuando hablaba y debían hacer lo que dijera. ¿Debían?

Él era el Rey de los humanos, entonces el Forcis había hecho el trato con Demian para que yo me casara con él. Pero desde que nos encontramos en la sala del trono, no había mencionado nada sobre una boda. No, corregí mis pensamientos, él no había mencionado nada sobre nada en absoluto. Si omitió el hecho de que él era el Rey, también podía estar omitiendo una boda que se aproximaba, sólo para mantener en ignorancia y que no generara conflictos. Y si esas cosas no las mencionaba, ¿Qué podía esperar yo de él? No podía fiarme en su sinceridad porque estaba claro que Dem no me consultaría ni me diría nada. No lo esperé antes y tal parecía que tampoco debería esperarlo ahora.

Pero algo en esto no se sentía bien, de hecho, algo se sentía muy mal. Si yo hubiese sabido que Dem era el Rey me habría alegrado, era la única reacción que habría podido concebir. Después de años sin verlo y que, cuando por fin lo hiciera, sería porque me casaría con él, esa habría sido me definición de un milagro. Pero él no me había dicho, ¿por qué no me había dicho? ¿Cuál era la pieza que faltaba aquí? Si las cosas que omitía decir estaban ligadas a su sospecha de que no me pudieran agradar, era más preocupante aún.

Era muy tarde para lamentar cualquier decisión que estuviera enmarcada en el pasado. Pero si yo supiera algo, cualquier cosa mínima, sobre quién en realidad era Demian, nada de esto me mantendría tan impresionada, tan vulnerable.

No decir nada, fue lo correcto. Éramos dos seres distintos que pertenecían a mundos que jamás se relacionarían entre sí. Nosotros en sí nunca debimos convivir como lo hicimos. Y en un mundo perfecto, esto que estaba sucediendo, él siendo Rey, yo allí con él, juntos, sería el final feliz de una historia. Pero el mundo estaba al extremo opuesto de ser perfecto, y el punto en el que estábamos tenía más sazón a que se aproximaba algo lamentable.

Con todos esos pensamientos pasé la tarde. No era de extrañar que lo que vi en las hojas que sostenía cuando terminé de pintar, eran puros rostros serios con ojos llenos de pesar, y si alguno de esos rostros lucía similar a cierta hada, fingí no darme cuenta.

Cuando el sol siguió bajando, Demian acordó que era momento de irnos, no quería que el fresco de la noche me enfermara. La preocupación en eso fue tan absurda y tan ingenua que por un momento me descolocó. ¿No tenía idea de nada?

©SiremalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora