"Pude haber estado horas, sentada en el oasis entre el agua y la arena, admirando el vaivén de la marea, o como el color del mar se volvía infinitamente más profundo con la luz de la luna."
PerezSara
Esta historia es completamente mía
Historia inic...
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Cualquier rastro de paz en mí se esfumó. ¿Qué podía ser tan malo como para que el Rey dejara todo y regresara aquí?
En los escollos nunca pasaba nada, nada verdaderamente importante. Se formaban parejas, se deshacían, llegaba una nueva tanta de perlas, llegaba la comida, llegaba la Luna Nueva. Todos los días eran iguales, con esas pequeñas novedades a las que estaban acostumbrados de toda la vida, pero seguían haciendo como que les emocionaba porque no tenían nada más en qué fijarse.
Así pues, hasta donde yo sabía, todo seguía exactamente igual. ¿Por qué entonces el Rey volvía con tanta urgencia? Muchas cosas podían haber sucedido con los demás líderes, algo pudo cambiar. Las probabilidades eran mínimas pero las posibilidades eran infinitas.
¿Algún territorio habría amenazado con invadir? Caso perdido. Los escollos eran hermosos, pero para cualquier otra especie eran inútiles. Otras especies necesitaban territorios bastos, extensos terrenos de vegetación. Lugares donde pudieran construir helechos para dormir, donde pudieran conseguir refugio terrestre. Nada de eso había en los escollos.
Tres enormes montañas de roca, con pozos de agua que se cruzaban, y un bosque justo en medio de la pirámide que formaban los escollos, un bosque repleto de árboles frutales y cosechas que complementaban la comida que se recolectaba del océano. No era poco, pero no era mucho.
Lo distribuíamos bien y nos bastaba. A otras especies no les bastaría. Además de que, por muy hermosos que fueran los escollos, no tenían ningún tipo de magia, la magia residía en el mar, sólo una mínima parte le pertenecía a los marinos, comparable a un grano de arena entre desiertos inmensos. Sólo estando juntos y uniendo cada pequeña estrella de poder era que se podía hacer algún cambio en el clima, cosas muy sutiles.
—¿Las princesas? ¿Están bien?—intenté más posibilidades. No las había visto en todo el día—como cualquier día en el que me despertaba siendo sensata y me alejaba de la sociedad marina—no sabía si alguien las había atacado.
El rey era un tradicionalista, no importaba si nos quería, no importaba si nos odiaba, importaba que nos hubiera elegido como las princesas y nos debía su protección.
—Todas están bien. Están esperando en sus tronos a que llegue el Rey, unos minutos como mucho.
Pasé mi brazo sobre los hombros del asrebido e hice presión.
—Vamos. Tenemos que buscar a Kail.—Coral me alzó al tiempo que Cris también se estiraba en toda su extensión.
Caminaron hacia el lugar en el que sabíamos que estaba Kail. Fuimos derechos, sin mirar a los lados. Los que podían toparse con nosotros nos veían avanzando en esa dirección y se apartaban con una reverencia, y los que mandaban un saludo a la distancia eran ignorados. Sin adioses, sin atenciones.
Una vez que estábamos lejos de la vista de los chismosos, Coral y Cristal empezaron a correr. Aún conmigo en brazos, Coral corría entre las rocas con una agilidad asombrosa. Parecía estar danzando. Yo era consciente de que nos movíamos por las imágenes se deslizaban frente a mis ojos, pero su paso era tan ligero que casi no se percibía.