Casi podía oír mi corazón, iba tan rápido y tan fuerte que era difícil ignorarlo. Probablemente era lo único que podía notar aparte del cosquilleo que recorría todo mi cuerpo; probablemente notaba tantas cosas y con tanta intensidad que no era capaz de asimilarlas todas. No cuando estaba a segundos de ir por primera vez a la superficie de ese lugar desconocido. El agua estaba mucho más pesada, o quizás más liviana. Tal vez más fría que de costumbre, o un poco más tibia. No importaba realmente, claro, pero yo necesitaba una distracción.
La marea estaba demasiado densa, o quizás era yo la que estaba más torpe; no, eso no era. Mi cola nunca era torpe, ni yo haciendo uso de ella. Toda yo era un poco menos que gloriosa.
Estaba siendo una ridícula, pero ese sentimiento de estarme perdiendo en mi propia mente se estaba extendiendo cada vez más. Distinguir si era una realidad, si estaba realmente pasando...
Me giré y nadé con más potencia, ya estaba cerca del arrecife. La profundidad no era tanta, y el océano se estaba tornando como un manto transparente de luz azul. Un sentimiento de calidez floreció en mi pecho. Al fin iría al reino de los humanos.
Los peces nadaban sin miedo en mi entorno y mi cabello flotaba en todas direcciones, como una medusa de fuego ardiente bajo el agua. Llegué lo suficientemente cerca de la superficie y mi piel cremosa empezó a brillar por la capa de agua cristalina que dejaba entrever los fogosos rayos del sol.
Me meneé en sincronía con la marea, siendo un mismo vals silencioso el que nos arrastraba. Nadar era como respirar; nadar era como..., nadar era necesario.
Llegué a una sección rocosa, quizás más cerca de lo que debería del mundo de los humanos. Podía distinguir unas velas alzadas a la distancia, un barco. En mis cincuenta y cinco años había tomado pocas decisiones tan importantes como lo era presenciar a los humanos, y aunque siempre lo esperé deseosa, lo aplaqué lo más posible. No por miedo a ellos, sino por miedo a...
Definitivamente no por miedo a ellos.
El sol se estaba poniendo, debía darme prisa porque al cabo de unas horas, si no aparecía, Coral vendría a buscarme.
Tenía que buscar una aldea, una aldea humana, un pueblucho, o una casa...o un humano. No importaba qué encontrara, con tal y viese un humano, con tal y pudiera...
Minutos valiosos y escasos.
Debía aprovecharlos, me arrepentiría luego si no lo hacía. Yo debía hacer que valieran la pena, el tiempo y la espera.
Me apresuré al barco; si iba a hacerlo, el barco seria el punto de partida. Podía jurarlo, por el mar y lo que fuera, este día cambiaría mi vida para siempre. Si para bien o para mal, ya lo averiguaría.
La marea se delató; Forcis estaba vigilando mi rumbo. Una llamita de rabia se incendió en mí, era tan mínima que no consiguió más que hacer presencia. Miré hacia el cielo, recordándome lo insignificante que era ser yo, que era ser cada uno de nosotros. Los sentimientos... mis sentimientos, no alterarían el rumbo de las cosas, ni mucho menos las acciones del Rey. Pero mis acciones, esas sí que podían causar algún efecto.
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©Siremal
Fantasia"Pude haber estado horas, sentada en el oasis entre el agua y la arena, admirando el vaivén de la marea, o como el color del mar se volvía infinitamente más profundo con la luz de la luna." PerezSara Esta historia es completamente mía Historia inic...