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Estaba despierta, pensé

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Estaba despierta, pensé. Sí, definitivamente lo estaba. Moví una mano muy despacio y sentí el rocé. Agua, me acababa de despertar y estaba en el agua. ¿Había dormido en el alcázar? Me daba igual, quería seguir durmiendo, sentía mucho sueño, como si no hubiera dormido en años. En un rato me despertaría, buscaría a mis hermanos, acompañaría a Coral en su entrenamiento, comeríamos algo. Mmmm, tenía muchas ganas de comer coco, a Coral casi no le gustaba pero a mí me encantaba desde siempre. El sabor suave, la textura dura. Me provocaba un placer peculiar morder la pulpa y dejar líneas rectas en la fruta. Coral pescaría algo y lo asaría, algún pobre pes que se hallaría en el momento equivocado, en el sitio equivocado, y al que cuando asaran su aroma me tentaría pero nunca lo suficiente como para probar bocado. Y Cris le agradecería el desayuno a Coral porque él era un incompetente total cuando se trataba de pescar algo. Ese marino moriría de hambre si se llegaba a quedar sólo algún día. Era un alivio que estuviéramos para él.

El día era largo para disfrutar. Además de que no parecía ser de día aún, a través de mis parpados no llegaba ningún atisbo de luz. Quizás aún el sol no había levantado. Podía permitirme estar un poco más con los ojos cerrados.

No solía dormir mucho y mi sueño era ligero. Antes podía dormir largas siestas en la más absoluta entrega. Pero ahora estar dormida, vulnerable, desprevenida, ya no era atractivo. Pero como estos días decidimos irnos a dormir al cayo, lejos de todos los marinos, no me preocupaba al respecto, no con mis hermanos allí por si los necesitaba.

Seguro me sentía tan adormilada por la ausencia del Rey, desde que se fue al congreso me sentía más tranquila, menos alerta. Lo disfrutaría mientras pudiera, un pequeño y dulce descanso, después de esto volvería a estar otros nueve años ansiando que volviera a ocurrir. Aún quedaban unas semanas antes de que volviera del congreso y tuviera que preocuparme de nuevo.

El congreso.

Abrí los ojos de golpe. El Rey había vuelto del congreso a una semana de haberse ido. Acababa de volver de estar nadando, me topé con Coral que estaba coqueteando con unas sirenas un ligeramente tontas, yo las provoqué un poco y Coral me siguió el juego, sí, entonces llegó Cristal con noticias.

Problemas, problemas, problemas.

Debía aclarar mis pensamientos. Algo había pasado, tenía que recordar qué era eso que se me escapaba.

Pero ¿Qué...?

Examiné mi entorno. Me sentía torpe, mis parpados eran pesados y mi mente parecía empañada. Bien, sabía que estaba en el agua, debía seguir a partir de allí.

El agua estaba fría de una forma peculiar, dato que de inmediato registré. El agua cerca de los escollos nunca era fría, el clima siempre se mostraba amigable y perezoso. No estaba en los escollos. De hecho, estaba muy lejos de los escollos, noté, la concentración de sal era diferente, incluso asfixiante.

Superficie, superficie, tengo que subir para ubicarme en el espacio, tenía que ver si seguía en playas o si el habitad era otro.

Me impulsé hacía arriba pero un tirón me detuvo, el impulso de ida se me devolvió haciéndome retroceder con una mueca de dolor. Sentía un escozor. Mi cola estaba sujeta a un tipo de metal grueso y negro que se anclaba al suelo, el suelo que no era de arena ni era de roca, era completamente liso e inmóvil. Mi cola estaba entumecida, eso significaba que llevaba bastante tiempo sin movimiento, también significaba que las cadenas me sujetaban tan fuerte que impedían la trayectoria normal de la sangre.

©SiremalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora