Las grandes puertas se abrieron, todas las miradas se posaron en ella, parecía que no esperaban a más invitados. Con solo dar un vistazo a la sala supo que los negros no tenían nada que hacer, todo aquello no era más que un estúpido montaje y el desgraciado de su tío era el protagonista. Pudo ver la mirada de odio que le dedicó el hermano de su padre un hombre que nunca le había tratado bien. Siempre había tenido celos de Corlys, sobretodo después de que éste hiciera prosperar la casa Velaryon. Con cada hijo que tuvo el humor de Vaemond se agriaba. Y con la última de sus sobrinos la oportunidad de quedarse con el trono de Marcaderiva mermaron todavía más. En un principio la odió porque estaba destinada a tener hijos varones, que pondría más distancia entre él y la herencia, y este aumentó más cuando vio como la niña se ganaba al pueblo soltando una mísera sonrisa. Y ahora la tenía ahí delante hecha toda una mujer, entrando al salón con tanta seguridad que hasta daba miedo.
Caminaba con la cabeza en alto y erguida en toda su estatura su lenguaje corporal gritaba peligro. Su mano izquierda descansaba en la empuñadura de su espada, mientras la derecha estaba cerrada en un puño y detrás de ella el viejo labrador le seguía el paso. Sus ojos lilas apenas recorrieron la estancia, pues fueron atrapados por la mirada del príncipe Aemond. Ambos habían cambiado desde la última vez que se vieron vio como éste tragaba saliva. Había crecido pasando en altura a su hermano mayor, las facciones que un día pertenecieron a un niño, se habían endurecido dado paso al rostro duro y afilado de un hombre. Su pelo platinado sobrepasaba sus hombros llegando a cubrir el pecho. Lo odiaba.
Alyssa se paró frente a su madre, inclinó la cabeza hacia el trono antes de darle al pergamino enrollado y sellado con lacre.
- Disculpen el retraso, mi invitación se debió perder por el camino- Habló con sorna.
- ¿A qué se debe su interrupción?- Hablo la reina.
- Traigo conmigo las últimas voluntades de mi padre, Corlys Velaryon. Aunque veo que no van a servir de mucho en esta obra de teatro que os habéis montado- Dijo Alyssa levantando la voz.
- No deberías estar aquí- Le dijo su tío.
- Tengo el mismo o incluso más derecho que tú, buitre, de estar aquí. No habéis esperado a que mi padre se muera para rebuscar en la carroña.
- Cómo osáis...- Empezó hablar Vaemond.
- Tomaremos en cuenta la información que nos ha traído y tendrá su turno para hablar Lady Alyssa- Le cortó la Mano- Por favor, permitid que ser Vaemond, exponga sus argumentos como postulante al trono de Marcaderiva.
La mujer de tez oscura inclinó su cabeza y se posicionó junto a su madre y su sobrina. Fauces no tardó mucho en tumbarse a sus pies, con la cabeza en alto, alerta. Aun sin verle, podía notar su mirada en ella, Aemond no conseguía quitar la vista de ella. A comparación de lo que pensaba la mayoría de los señores que se encontraba en esa estancia, ver a una mujer tan segura de sí misma no hizo más que agradarle. Había pasado mucho tiempo desde la primera vez que la vio y como en aquel entonces, solo tenía ganas de acercarme y jugar con los bucles platinados de su pelo. No podía negar que siempre se había sentido atraído por ella, incluso tras el incidente de Marcaderiva. La sirena le había hipnotizado con su voz, aquel día en el funeral, y desde entonces no había podido evitar soñar con un futuro juntos. Pero por mucho que su padre quisiera, el destino no estaba por la labor de unirlos. Se arrepintió desde el momento que sus palabras abandonaron su boca, y cuando la vio salir del salón del trono con el vestido roto, supo que ya no habría marcha atrás. Puede que su padre al principio dudara de la versión de la joven, pero no fue hasta que esta se quitó el jubón que la verdad fue más clara que el agua. Desde entonces había repudiado a su primogénito, evitándolo cuanto que pudo.
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HATE ME (Aemond Targaryen)
Fantasía#ElysianContest #CheryllsAwards #CoronaAwards2024 #dyjawards24 *** Nadie pensó que quedaría en cinta una tercera vez. Tiempos convulsos eran aquellos, para quedarse embarazada. Pero quién habría pensado que en una visita a los peldaños de piedra, pa...